LLEGAR A CASA

Llegar a casa. Eso con lo que sueñas.

Llegar a tu casa y respirar hondo. Ya está.

Cuando vivía con Blanca, intuía cómo le había ido el día según el tono de sus "hola" o el número de cervezas que trajese. Si era una botella de vino es que había mucho que hablar. Alguna vez que celebrar pero la mayoría de las ocasiones era para empezar maldiciendo y acabar riendo. O llorando. O todo a la vez. 

Ahora llego a casa de padres. Son ellos los que me reciben a mí. Nada más sacar la llave de la cerradura y decir "hola..." ya escucho "Qué Piraña, qué?" Entonces sé que se van a levantar. Y mientras el señor de gafas oscuras me persigue por el pasillo con su clásico bucle "Qué! qué! que´! Vives como Dios!" la señora que calceta me comenta sus últimas novedades en esta actividad que tan bien se le da. Yo continúo hacia la última puerta a la derecha, que es donde están todos los cuartos de baño pero en esta casa es mi habitación, aunque la cedo gustosamente a Manu y al packaging de Roque cuando se deciden a bajar desde La Coru. Lo único que quiero es soltar el bolso-maleta. Como si con ese gesto me desprendiese de todo lo malo del día. Ahí se cumple: "ya estoy en casa" Me pongo algo más cómodo (aquí somos de cambiarnos, los hay que aguantan calzados hasta que se van a la cama pero no es el caso), me desplomo sobre la cama y cierro los ojos unos instantes. Entonces oigo a lo lejos que "hay pan!" y los abro de golpe. Llevo soñando con unas tostadas desde que me dejaron en la Plaza de España. Después de ese paseo musical donde no veo tiendas, ni gente. Donde sólo hay un objetivo: "llegar a casa". 

A veces no me da tiempo a llegar a la habitación. A veces mi madre se ha ido a jugar a las cartas (y llegará tarde y mi padre le pondrá el cerrojo) y entonces el señor de gafas oscuras ni si quiera habla. Sólo un "Piraña!" y gestos. Enciende la luz de la cocina y acompaña cada uno de sus movimientos con un gruñido. Primero a la nevera. "Grra!" Eso quiere decir que hay gazpacho. Bien. Luego a la encimera."Grra!" Pan del rico. Bien, después de un durísimo casting hemos dado con el pan definitivo. Otro "Gra!" y descubro un bote gigante de bonito del norte. Toooma! ensaladas premium toda la semana! y rememoro internamente la "Oda al atún" Por último un "Grraaa!" distinto. Qué más puede haber? QUESO! Cualquier queso? No, EL queso. Me mira y con un "Gra!" que significa "Conforme?" vuelve por donde ha venido. A ver el Mundial y a maldecir a Messi por querer estar ahora y no haber aparecido en toda la temporada. Y yo me quedo ahí en medio. Con el bolso-maleta cayéndoseme del hombro, mientras con un brazo cojo gazpacho y con el otro corto pan. Son momentos de felicidad. De picoteo aquí, corto allá. En frío. De pie. Improvisando. Sobre la marcha. Que hay sobras de la comida? pues póngamelas por aquí, oiga, que algo haremos con ellas.
Y mientras piensas "bueno el último trozo" (que siempre es mentira), concluyes que llegar a casa de padres no está tan mal. Y que si el amor se midiese en caprichos culinarios, estos señores te aprecian bastante.

CUANDO SEAS MADRE O PADRE

Al próximo Ministro de Economía debería exigírsele haber sido madre. No es discriminación positiva sino que en lo que a aprovechamiento de recursos se refiere, creo que nadie controla más que ellas. Transformar un cocido en un budín, un arroz, sopa, bechamel y ropa vieja, por ejemplo o que para cenar siempre haya opción de Cola Cao, tortilla francesa, huevo a los 5 minutos o el omnipresente "restos", eso no te lo enseñan en la Universidad.

Cuando te conviertes en madre se te confieren una serie de superpoderes. Como el de encontrar las cosas. Enhorabuena! pero he de confesarles que los triunfos en este aspecto son poco reconocidos... A cambio de esto devendrá usted en un ser un tanto repetitivo. No se lo tomen a mal...hasta ustedes mismas se delatan con el "Pero cuántas veces tengo que decir las cosas?" La repetición como base de la educación es su modus operandi y así todos tenemos en la mente la frase "Eso siempre lo dice mi madre"
Os queremos pero os repetís. Mucho.
Pero cuando seas madre también tendrás la facultad de tener la razón. Si con 15 años una madre dice que no le gusta nada tu amigo que "Ese niño no va a acabar bien", con 25 le cuentas que sales con él y te repite que "Ese niño no va a acabar bien" y cuando a los 30, efectivamente, es un pobre diablo, te recalcará, varias veces, que "Siempre dije que no iba a acabar bien"

Cuando seas madre te ocuparás de comprar la ropa interior y los calcetines e intentarás colarlos como regalo de Reyes. Sabrás trucos como que la miga de pan sirve para borrar cuando no tienes goma o que una cebolla con clavos hace que los niños no tosan por la noche.

Cuando seas madre la paciencia se te estira en una proporción directamente proporcional a la capacidad para no escuchar nada de lo que ocurre alrededor. Distinguirás un "Mamá" de otro. El de ven-ya-que-me-tienes-que-limpiar, el de me-están-pegando-otra-vez, o el de creo-que-muero. Sólo en el último reaccionarás con un "Estaos quieeeetos" pero ese nivel de "Master madre" son años de experiencia.

Cuando seas madre los mensajes no se mandan, se "ponen", te querrás hacer la guay diciendo "furgalla" en vez de furgoneta, te engancharás a todos los juegos absurdos de Facebook y no pararás de enviar solicitudes, dirás "Llevas el DNI?" cada vez que tus hijos viajen y soltarás un "No te voy a vivir toda la vida" cuando tengas ocasión (Bueno, esto es cuando seas MI madre)

Cuando seas padre comerás dos huevos, claro. Los mismos que se te pondrán de corbata cuando a las 5 de la mañana la niña aún no esté en casa. Si fumas, encenderás un cigarro y pensarás que tú también fuiste joven y que seguramente se lo esté pasando bien por ahí con sus amigas. O se lo esté pasando bien en un portal con un amigo...o en alguna cuneta... y ten cuidado no te quemes que se te cae la ceniza encima del pijama. Y no, el 091 no será una opción.

Cuando seas padre pondrás el cerrojo. Es así. De repente un día empiezas a ponerlo. Por seguridad, primero, para fastidiar a tus hijos cuando llegan a las tantas, después.
Cuando seas padre abrirás la puerta algún día y dirás "Qué coño de horas son estas?". (Bueno, esto es cuando seas MI padre)

Cuando seas padre o madre querrás saber qué narices le pasa a tu hijo cuando entra por casa y no lo hace con una sonrisa. Pues habrá tenido un mal día o estará cansado...no es más que eso. No hay por qué preocuparse. Pero lo harás. Y no hay por qué preguntarle. Pero lo harás.

Cuando seas padre o madre reñirás. Si no quieres hacerlo, siempre tendrás la opción de pasarle la bola a tu pareja pero, si algo he aprendido, es que los padres que marcan, son los padres que riñen. Al final, después de mucho tiempo te acabarán entendiendo. A lo mejor no lo hacen hasta que tus propios hijos tengan a sus propios hijos pero entonces, incluso aunque ellos decidan hacerlo de otra forma...te entenderán.

Cuando seas padre o madre decidirás cuál va a ser tu estrategia para imponerte: Gritar, asustar, dialogar o una mezcla de todas. Porque cuando seas padre o madre, vas a serlo los días que te apetezca...y los que no te apetezca también. Te vas a dar cuenta de que esos seres que engendraste tienen un poder sobre ti que esperas nunca descubran porque resulta que te convierten en la persona más vulnerable sobre la faz de la tierra. Pero no lo tienen que saber hasta dentro de mucho.

Reñirás y a continuación te darás la vuelta para reírte por semejante ocurrencia. Como cuando en el colegio ibas a hablar con algún profesor de tu infancia y de pronto te pide perdón para echar la tremenda bronca a la clase dejando a los niños como velas. Luego te volvía a mirar con cara de "Pobres diablos" Y tú pensabas "Era así?? Con el miedo que dabas!!"

Y es que cuando seas padre o madre vas a ser muy imponente. Hasta que un día no lo serás tanto. Pero aunque dejes de imponer, si lo haces medianamente bien, nunca dejarás de importar.

Así que aprovecha y utiliza esos superpoderes que te dan el día que te conviertes en padre o madre. Aprovecha mientras que son pequeños e inocentes. Mientras son adolescentes e insoportables. Mientras son jóvenes e imprudentes. Mientras que aún no se han convertido en adultos sin que casi te hayas dado cuenta. Mientras que aún no ha llegado el día en que ellos te digan "Mamá, papá...voy a ser padre"

Pero lo cierto es que ni si quiera ese día dejarán de ser tus hijos.

Se lo dedico a Santi que aunque haya tenido 9 meses para hacerme a la idea, aún no me puedo creer que vaya a ingresar en este club.

P.D. Martina, filliña, sal ya y deja de hacerte la (re)molona.
        Fdo: tu tía que está deseando conocerte.
 

LAS COSAS HAY QUE DECIRLAS

"Estamos anulados" dijo mientras su mujer ponía los ojos en blanco.
La teoría de la pérdida total de la libertad cuando te conviertes en padre tiene en Julio su máximo defensor. Es un tipo exagerado donde los haya, que sentencia y vive cada uno de sus argumentos. Si algo le gusta te lo defenderá con su vida, si algo le parece injusto los "Eso no puede ser hombre, basta ya! qué vergüenza!" serán continuos y si odia, lo hace desde las vísceras.
Pero lo cierto es tiene mucha, mucha gracia. Porque, aunque nos pinta un paisaje de la paternidad bastante desolador, los que no tenemos hijos lo escuchamos con lágrimas en los ojos y no de pena precisamente, pero entre risas también, encuentras a otros no-seres asintiendo ante las situaciones descritas por el doctor. "Quien quiera tener hijos, va a tenerlos aunque yo les cuente esto pero las cosas hay que decirlas" Concluye.

Y yo estoy completamente de acuerdo. Las cosas hay que decirlas. La realidad hay que contarla y casi siempre tendemos a definirla como muy cruda.

Las cosas como son. El trabajo no es siempre fácil, la vida en pareja tampoco. La rutina puede ser el peor de tus males y leer las noticias no ayuda. Los niños son niños las 24 horas del día sin descanso los domingos. La edad te hace recuperarte de las juergas peor y toda la mierda que tragas a lo largo de los años en el trabajo puede convertirte en un ser duro, cínico y egoísta. Los sueños la mayoría de las veces se quedan en eso porque no tienes ni las fuerzas ni las ganas suficientes para cumplirlos. Nos acomodamos y nos quejamos. Pasarás mucho más tiempo con gente que no te importa y no te aporta lo más mínimo que con la que quieres...y podría seguir. Porque hay que decir estas cosas, no?

De acuerdo. Pero entonces háganme el favor de decir las otras realidades también. Las realidades como que agradeces que al llegar a casa haya alguien para escucharte o aguantar tus enfados. Para animarte cuando lo necesitas, para apoyarte en todo lo que hagas y que te apetece querer. Dime que si tu hijo no se duerme y tú tampoco, lo quieres matar, de verdad, pero que esa sonrisa sin dientes consigue sacar la más genuina de las tuyas. Dime cómo estás de contento cuando las cosas salen bien en el trabajo, cuando te dan una palmadita en la espalda o cuando recibes ayuda de alguien que no tenía por qué hacerlo. Dime cómo te gusta que esa compañera siempre intente hacer las cosas bien y con una sonrisa "Pero es que tiene que hacerlo" No. Dime que admiras cómo tu amiga saca fuerzas de donde tú no las tienes para salir adelante. O mejor, no me lo digas a mí, díselo a ella. Dile a tu madre que no sabes cómo lo hace para tener siempre esos detalles. "Pero ya lo sabe" Claro, sabe que agradeces todos sus sacrificios. Pero díselo. Dile a tu padre que a pesar de lo chapas que puede llegar a ser con sus charlas, en el fondo las necesitas. Coméntale a tu hermano que no se preocupe, que aunque ya lo habrías asesinado varias veces, le vas a querer siempre. Porque lo sabe. Pero todos necesitamos una confirmación. Como ese mensaje que te llega cuando compras un billete de avión por internet y te dice que todo ha ido bien. Necesitamos ese mensaje para volver a respirar y nos viene guay que nos digan estas cosas porque son un extra de oxígeno. Para seguir viviendo en la cruda realidad.

Y es que el de arriba también comentó que el cuerpo humano estaba hecho para vivir 30 años. Que luego estamos aquí de regalo.
Ay, pero si me quedan 3 años nada más! - pienso
El lado más oscuro de mi ser, ese que se pregunta qué pasaría si me fuese mañana mismo, empieza a funcionar. No es miedo, es "Qué dejaría...y la gente a mi alrededor? Tendrán claro que...? claro por eso no te puedes enfadar con alguien mucho tiempo porque luego qué? imagínate...Y no le dijiste aquello...Qué pena no haber hecho tal...o cual incluso..." Llegados a este punto de absurdo, vuelvo a mi ser, en la tierra, en una mesa con la mejor compañía y la mejor de las cenas y caigo en la cuenta de que tengo todo lo que se necesita para hacer todas esas cosas y más.

Pero lo cierto es que la vida te cambia en un instante y la gente se muere. (Qué positiva oiga! Cómo se nota que mañana es lunes) Pero es verdad! Se fue Luis Aragonés, un tipo al que le debo una de las alegrías más irracionales y geniales de mi vida y leo a todo el mundo dedicándole unas palabras. Entonces no puedo evitar pensar en si todos esos pupilos que le llaman Mister y dicen respetarlo y hasta quererlo, se lo habrán dicho lo suficiente en vida. No es que todos seamos buenos cuando nos vamos, ni mucho menos pero ¿hay que dejar un hueco en el planeta para que te recuerden que no lo hiciste tan mal?

Y luego se muere Philip Seymour Hoffman, un actor que sólo estuvo por aquí 16 años más de los que nos tocan pero que, al parecer, decidió vivirlos intensamente. Y mientras veo El lobo de Wall Street pienso en esa vida de exceso, de drogas, de dinero y de poner el cuerpo al límite que vivieron los que se dedicaron a vender un mundo mejor sabiendo que sólo ellos iban a disfrutarlo. Pienso en qué preferiría yo, 50 años salvajemente o 100 mediocremente. Y me contesto que lo que tengo es la vida que me ha tocado y gracias. Muchas gracias!

Además pienso que aún no me he convertido en uno de esos seres anulados que sonreían arriba y, por lo tanto, aún tomo yo las decisiones sin tener que pensar en otro ser. Pienso que no sé muy bien dónde estoy ni a dónde voy pero algunas cosas sí que se van teniendo claras. Lo que quiero y, sobre todo, lo que no quiero.

No quiero irme sin haber dicho las cosas. Las malas, claro, pero las buenas también.

Pues empieza ya.

Vale.
Mañana vuelvo a la cruda realidad que sabe a café con poco azúcar pero tengo trabajo, tengo una madre que me deja la fiambrera en la puerta y tengo, en general, mucha, mucha suerte.
(menos con lo de perder las cosas...pero eso es ya otro tema)

 

 

HABLEMOS DE...LOS TAXIS

Lo primero que tengo que dejar claro es que yo soy pro-taxis. 

Aunque hablen de más muchas veces y el sentimiento de timo sea inevitable en ciudades como Madrid, se compensa con los que te ponen musicote cuando lo coges con varias amigas, con los que son simpáticos y están limpios y, sobre todo, con los disgustos que te ahorran.

No sé cómo será la luz que ves cuando sientes la llamada del Señor, pero a mí esa luz verde me parece la mismísima virgen reencarnada (aunque las otras treinta veces que creíste verla, era un semáforo) en las noches de querer cortarse pies y soñar con teletrasnportarse a la cama.

Antes de descubrir los placeres de andar a consecuencia de la desgraciada pérdida de mi moto Jacinta, era taxi para todo. Un día confesé a Blanca entre cañas que por vergüenza llegué a simular alguna cojera antes y después de cogerlo porque llegaba tarde y el trayecto era muy corto. Desde entonces no ha vuelto a verme con los mismos ojos. 

Pero no es mi culpa. Es genético. Tengo un padre que no conduce. 

El señor de gafas oscuras es el máximo abanderado del anticarnetismo, lo cual consiguió que, ante los bufidos de mi madre porque no lo teníamos y ya pasábamos la veintena, desde el sofá de tres plazas siempre se escuchase un "Se puede vivir sin conducir, mírame a mí".

Claro que luego había que oír a la señora que calceta 

No te fastidia, teniendo otro coche en casa también yo! claro, tú es que eres cojonudo machiño...

Cuando me conociste ya estaba sin carnet!, yo no te engañé! 

Parece que a estas alturas de sus vidas lo único que puede separar a mis padres es esta lucha que llevo escuchando desde que tengo uso de razón. Aunque dada la reciente adquisición del permiso de conducción por el último bastión que le quedaba a mi padre en su lado (yo) parece que la García Senra ha ganado la batalla (como siempre, para qué vamos a engañarnos).

Pero lo cierto es que es cojonudo. El otro día sin ir más lejos, un señor le preguntó "Pero cómo?? que no tienes coche??" y otro contestó "Este? Este es un monstruo, no tiene ni carnet!". 

Ante la atónita mirada del primero, el señor de gafas oscuras se vio en la obligación de contar su vida al margen de la ley de circulación (cosa que no le puede gustar más). 

"Porque vamos a ver, de qué me sirve a mí un coche? Eh? El coche es para tarados, hombre!! Yo cojo taxis y soy mucho más feliz. Me recogen en la puerta y me dejan en la puerta. Nada de buscar aparcamiento. Jamás hubo una discusión en mi casa con mi mujer por quién iba a recoger a los niños a un cumpleaños o llevarlos al entrenamiento..."

(Bufido de la señora que calceta)

El señor que seguía sin dar crédito siguió su interrogatorio a este espécimen fantástico de la naturaleza. "Y no llegaste a sacártelo nunca??

"Cuando cumplí 18, mi padre casi me obligó a sacármelo. Esto a mí ya me cabreó bastante porque no lo veía necesario pero aprobé el teórico aquel...era tipo test? ya ni me acuerdo. Cuando llegó el momento de montarme en el coche, un 600 beige, salí en cuesta bien, sin problemas pero al llegar a la rotonda de la Plaza de España se me caló. Y entonces me vi en un momento rodeado de varios seres transformados en bestias, pitando y gritándome con medio cuerpo fuera de la ventanilla. Pensé que eso no era para mí así que me bajé del coche y hasta hoy"

Este dato no está confirmado pero el señor de gafas oscuras da su palabra de honor (y de esto aún conserva bastante, no como el pelo) que el señor este se levantó y le aplaudió.

"Y el tiempo me da la razón Piraña. Tu madre, que es una señora encantadora, se transforma en el coche!! Grita, protesta...mata a viejos!!"

(Berrido de la señora que calceta)

Así que el señor de gafas oscuras va por la vida en taxi y nos inculcó las bondades de este medio de transporte desde pequeños. Pero si hablo de taxis y del jefe, aún a riesgo de estarme extendiendo demasiado, me van a permitir que dedique un recuerdo a Don Enrique Riveiro.

Que quién era Riveiro? Un taxista. Bueno no uno, El taxista que acompañó a mi padre durante veintitantos años. Y la suya, es una historia para contar.

Empezó de forma trágica pues fue quien llevó al señor de gafas oscuras al hospital en el momento en que mi abuelo Florencio entraba en Urgencias para no salir jamás. Y se le olvidó pagar. A los pocos días apareció en el despacho preguntándole por sus suegro y negándose a aceptar el dinero que mi padre recordó que le debía ya que visto el resultado, "Fue una mala carrera"

Desde entonces el jefe podía tener un taxi delante de la puerta que llamaba a Riveiro. Que el avión se retrasaba en Bilbao? "Enrique, ven a buscarme". Que la bis se había quedado en Zaragoza "No te preocupes, ya lo solucioné" "Pero cómo va a atravesar España mi abuela en taxi, si tiene 90 años??" "Pues que le traiga la maleta" El número de su móvil se aprendía como el Padrenuestro por unos adolescentes hermanos y primos "Porque si un día os despertáis en Cuenca, no quiero que me llaméis a mí, llamáis a Riveiro"

Era un tipo entrañable, con un corazón que no le cabía en el pecho y conocido por toda persona de la carretera. Sabía dónde parar a por el mejor queso, a por el mejor chorizo y dónde tomarse la última un martes cualquiera. Tenía una radio por la que todo se contaba y todo se encontraba y era experto en interpretar la cara de perro de mi padre después de un mal día así que "Navegación en silencio no?" "Correcto

Que había juicio en Marín? "Bájame a la niña que la paseo y le compro un helado" y ahí me iba yo encantada con Enrique. Que hay que ir a buscar nosequé y mi madre no podía? Iba Riveiro. Que se compraba un taxi nuevo? Iba a probarlo con el señor de gafas oscuras.

Casualidades de la vida, el jefe y Enrique cumplían el mismo día así que cada 18 de julio le aparecía con pasteles y champán en el trabajo y cada 31 de diciembre se tomaban una copa los dos. Juntos vivieron aventuras y desventuras por España adelante durante todos los años que duró su contrato. Hasta que se fue. Y aunque no se podía fumar en el coche, de vez en cuando le quitaba el cartel para que el jefe echase un cigarro. Y aunque vivieron buenos y malos momentos, Enrique siempre, siempre tenía una sonrisa en la cara al recibirle. Y aunque hace unos años que ya no está, aún nos acordamos todos de él, porque era un personaje. Ambos lo son. Y aunque el jefe es poco dado a las fotos y a los recuerdos, en el despacho tiene una donde está Enrique con su taxi.

Porque aunque yo iba a hablarles de un taxista, en realidad les acabo hablando de una amistad.

 

 

 

DICIEMBRE. DESPEDIDA Y CIERRE.

Aún no se acabó pero el final está tan cerca que casi ya se puede oler.

Diciembre es un mes de altos y bajos. De familia, reencuentros, cañas, amigos, fiestas, excesos, viajes…de bajones, de recapitulaciones, de balances, de reflexión, de alivio, de borrón y cuenta nueva.

El 31 marca el final. Las doce uvas el principio. Y esos nervios. Y esas miradas. Las de siempre, con más arrugas, los nuevos con una mezcla de excitación y no entender. Pero lo cierto es que nadie entiende mucho qué pasa.

Lo que pasa es que se va otro año. Nada más. Lo dejamos atrás, como el periódico del día anterior. Lo que pasó, pasó…y lo que traspasa la barrera de las campanadas, seguirá. O eso queremos creer. Llegamos al final del año con una mochila cargada de trabajo (los menos), de cambios, de experiencias vividas, de evolución y adaptación. Somos otra persona distinta al año anterior pero aquí estamos otra vez en el salón de García Barbón los de siempre con el mismo ritual.
Esas únicas 12 uvas que me tomo en el año y que me dejan un poco emocionada después de tanto abrazo. "Y que los que vienen, nazcan bien!" "Y enhorabuena a la novia!" "Por tu nuevo trabajo!" siempre hay algo por lo que celebrar…siempre hay algo por lo que empezar, por lo que ilusionarse y por lo que vivir. Aunque sólo sea por uno mismo. Cuando no tienes la responsabilidad de cuidar a otros, la tienes contigo mismo. A veces nos descuidamos un poco pero al final es lo único que hay que intentar cada día, tratar de ser felices.

Esa era la respuesta definitiva a la pregunta que colgaba en nuestro salón de Donoso Cortés. "¿Qué vas a hacer hoy?". Ahora ya está de nuevo pegada en el salón(cito) de Blanca, compañera de pupitre, de fechorías, de conversaciones infinitas en la salita verde, de manos a manos, de viajes, de quejas, de no hablar al llegar a casa o de hacerlo sin parar con una botella de vino, de risas, muchas risas, en definitiva "compañera de vida" (aunque ella me prohibiese definirla así que parece que daba lugar a malentendidos)
Blanca es mi amiga. Y punto. Y es de las cosas que más voy a echar de menos de Madrid. Vivirlo con usted. Estábamos muy bien pero siempre le digo, cuando nos da por preguntarnos cómo seremos en el futuro "Pues como ahora pero mejores", así que no dudo que estará usted muy bien aunque no haya pan en casa y no tengas que despertarme cada día. Yo te seguiré enviando mis ánimos con voz de dormida para afrontar un nuevo lunes, seguiré pensando en ti cuando haga café si me despierto de repente a las 3 de la mañana creyendo que son las 8 "pero si tú nunca haces el café idiota!" y con cada caña que me tome de más, supongo que también me acordaré de vos.

Porque somos mejores que hace un año, seremos mejores en 12 meses.

Y aunque no quería sonar tan trascendental, me temo que el espíritu del señor de gafas oscuras me ha cogido desprevenida y sueno igual que él cuando cada Noche Buena camino a Ramallosa, interrumpía los villancicos que con tanto afán cantaba al volante la señora que calceta y pasaba una mano por detrás del sillón. Entonces yo tenía que cogérsela y su discurso siempre empezaba igual "Hijos míos…cuando yo ya no esté"…Se pueden imaginar las caras de los tres que íbamos detrás sin entender muy bien por qué este señor que a veces gruñe se empeña cada año en que se nos empañen los ojos. Menos mal que alguno de mis hermanos un año se armó de valor, cogió la delantera y empezó él mismo el discurso "Hijos míos cuando yo ya no esté…" Entonces carcajada general. Menos mal!
El discurso de "hijos-míos-cuando-yo-ya-no-esté" es aplicable en cualquier tipo de ceremonia de exaltación de la vida y del amor como una boda, por ejemplo…entonces ves una mano que te llama desde las mesas del fondo y piensas "adiós, con lo bien que estaba yo bailando Raphaella Carrá" Porque aunque nuestro pobre padre se emocione un poco y simplemente quiera recordarnos que tenemos que querernos siempre y cuidar a nuestra madre, esa misma madre tiene una teoría de la vida mucho más guay, práctica y sobre todo, inteligente y es que "Hay que reírse mucho"

Y eso es lo que quiero hacer este nuevo año: reírme todo lo que pueda y más.
Lo mismo le deseo a todo el que lea esto. Bueno, y al que no lo lea también!


Feliz 2014.

SEPTIEMBRE

Septiembre es el mes de la melancolía por excelencia. Es un mes de reflexión y de volver a empezar. Con el verano que poco a poco va diciendo adiós y del que cada día vemos un poco menos de luz...de esa luz tan distinta y especial, como siempre dice el jefe, que tiene este mes.

Y son cumpleaños. De amigos, de mi amiga Marta con la que comparto veranos, llamadas y cafés que alargan la vida...Y de familia. Muchos Virgo por aquí, tías, primas, el tío Manuel que es más chulo que un ocho y no lleva demasiado bien esto de celebrar un año más respirando...pero no hay excusa para olvidarse a nadie porque son cada tres días. 

Empiezo yo. El 8. Una fecha con la que me llevo peleando desde pequeña. Sin amigos de verano que ya se habían ido prometiendo escribir y tampoco los del colegio, que no había empezado aún y no sabías quiénes iban a ser ese año. Porque las amistades eran realmente peligrosas en aquellos tiempos en que los "Pues ya no soy tu amiga" se lanzaban con una frialdad digna de Hannibal Lecter.

Así que septiembre es mi mes aunque tenga una relación complicada con él. Porque es que sí pero no. Es bonito pero es depresivo. Es ver maniquíes abrigados en los escaparates cuando aún estás en sandalias...y que de repente llueva pero aún haga calor. Se acabó la juerga. Vuelta a la rutina, a los uniformes y a los corticoles. Adiós a las horas en la toalla al Sol y a esa fotos de gente feliz y guapa que revisitarás en unos meses.

Septiembre huele a libros nuevos y sabe a leche con miel, que cura todos los males.

En septiembre empieza la estación con mala rima a la que a pesar de necesitar unas vitaminas, hay que reconocer el mérito de ser muy bonita. Será que a mí siempre me gustaron los colores poco saturados y esa gama de días marrones y grises, después del empacho de colores flúor de la pasarela veraniega, no hace mal a nadie.

Septiembre es un ordenador que se reinicia. Y le cuesta un poco arrancar. Se vuelven a abrir todas las ventanas que dejaste abiertas antes de verano...y te encuentras de bruces con la realidad.

Septiembre...ay septiembre. Que te vas ya! Dejando paso a octubre, a las lluvias y a los días plomizos. A los abrigos, a las botas y a las tardes en casa de manta, peli y sofá. 

Así que habrá que despedirte. Como a la señora que calceta, que se fue del hospital. Hoy fue el primer día que el despertador no sonó a las 6:45...aunque estoy convencida de que madrugó igual. Y le llevó el café al señor de gafas oscuras y me lo traería a mí si aún estuviese en casa.
Pero Carmen García Senra que se confundía alguna vez al coger el teléfono en casa y contestaba "Secretaría de urología dígame?" ha dejado de hacer llamadas, de rellenar informes y de organizar la vida a todo un servicio. Creo que se emocionó un poco...porque todos se despidieron de ella. Y digo todos: celadores, médicos, adjuntos, limpiadoras, residentes, administrativos, los de la cafetería...donde tantos desayunos tomamos después de unos análisis y tantas conversaciones difíciles y tantas carcajadas con Nany tuvieron lugar...
Pero es que mamá, coñe, 40 años son muchos! Ese edificio que se ve desde todo Vigo no tiene secretos para ti. Y tenía que decirte adiós como te mereces. Porque has trabajado mucho, has hecho la vida más fácil a otros tantos y sobre todo, lo has hecho todo con buen humor. "Hay que tener peso en esta vida"...y tú lo tienes. Enhorabuena por el merecido descanso pero te doy hasta Navidades. Luego empezaremos...con todas las ganas del mundo, otra aventura. La tuya.

Y para acabar este mes y este post, hoy, su último día, es el cumpleaños de Gonzaga.

Un tipo caótico, un tipo divertido, un tipo bastante genial con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva...pero sobre todo un tipo al que tengo mucho cariño y al que puedo llamar amigo.
Felicidades pues mon ami!

 

DEDICADO A C1849BSW

El día que Jacinta desapareció sonó A Whiter Shade of Pale en la sala de espera de la Policía.

Siempre me pareció una canción propia de un triste y gran final. Y este lo es.

No quiero ponerme melodramática y hacer de esta pérdida algo que no es...sé que es simplemente una moto (o era, porque a saber que han hecho con ella a esta alturas) Que no pasa absolutamente nada, que la vida sigue y que las cosas materiales son eso, cosas. Pero esto no quita para que esté triste. Porque algún desalmado se llevó mi moto dejándome sin compañera de trayecto contra viento y marea...lluvia, y nieve. Daba igual. Con ella siempre.

Todo empezó hace algo más de 6 años. Un 31 de diciembre de 2006 tomé las uvas rodeada de gente que sabía un secreto. Mi moto estaba esperándome en el portal y yo no lo sabía. Mi moto estaba esperándome en el portal y cuando me dieron el casco yo no me lo creía. Y aún no me lo creo. Qué espectáculo. Todos bajando por las escaleras con vecinos que abrían las puertas para curiosear a qué se debía semejante estruendo. Pero es que a la niña le habían comprado una moto para llevarse a Madrid y así descubrir una nueva ciudad sin límites temporales ni perecísticos.

El 2007 empezó sobre ruedas como bien me dijo mi prima Marta

Madrid con Jacinta fue otro. El metro te acerca a zonas, partes, calles de la ciudad pero no consigues conectarlas. Sales de debajo de la tierra y estás en un sitio pero no sabes de dónde vienes ni a dónde vas, como los Siniestro Total. Aunque lo cierto es que ya motorizada me siguió pasando durante algún tiempo porque no fueron pocas las veces que acabé en la Castellana para conseguir orientarme...pero callejear con Jacinta era muy divertido. Me descubrió un Madrid que no se ve desde la acera. Un Madrid que pasa a cámara rápida desde el centro del asfalto con sus edificios engalanados y majestuosos que parecen darte la bienvenida o con sus calles adoquinadas y laberínticas en las que tienes la sensación de perderte. Y lo hacías. Pero acababas llegabando al destino. El final del viaje siempre estaba en el mismo lugar: delante de la puerta. Te bajabas y ahí la dejabas. Te ibas con la seguridad de que al salir estaría esperándotese para llevarte al próximo destino. 

Hasta que un día no estuvo.

El día que Jacinta apareció no me lo podía creer y lloré y di las gracias muchas veces.

El día que desapareció solté alguna lágrima de frustración y de pena y pensé que me habían robado una parte de mi vida...como a Perales.

No es el fin del mundo. No es tan grave. Es una moto. Pero era mi moto. Mi moto cascada, rayada y muy amortizada.

La señora que calceta, del gremio motorístico también ella, me consuela diciéndome que ya habrá otras Jacintas. Pero no es cierto. Tendrán otros nombres y otro aspecto. Pero como esta ya no habrá otra. Porque siempre será mi primera moto. Una vespa, roja, pequeña y molona que respondía al nombre de Jacinta y a la que muchas veces la califiqué como "de pizzero" debido a su corta cilindrada. 

El señor de gafas oscuras dormirá mucho más tranquilo. La cuenta que pagó aquel día le salió mucho más cara que las tres botella que hicieron falta para convencerlo. Casi sin querer había accedido a que su niña, su niña pequeña fuese en moto por Madrid. Cuando volvía a Vigo se empeñaba en darme dinero para un taxi con tal de no cogerla. Pero los veranos con Jacinta suponían viajes a la playa a menudo con paquete y a 30 Km/h. Eran más bien paseos contemplativos animándola en las cuestas pero agradeciéndole enormemente su servicio y, sobre todo, que nos evitase el autobús.  

Y esto siguió siendo así hasta que llegaron los carnets de conducir...para todas menos para mí.

Hay quien verá esto como una señal definitiva para que me lo saque de una vez...pero yo creo que debo guardar un tiempo de luto. 

El día que Jacinta desapareció, yo dejé de ser algo. Dicen que un camino para encontrar lo que eres es descartar lo que no eres. Pues bien, yo ya no soy una motorista...pero espero volver a serlo algún día. 

Me dedicaré a andar que dicen que es muy sano, barato y bueno para el medio ambiente. Y si de una vez por todas llegara el calor, irremediablemente extrañaré ir por la Castellana casi vacía, una noche de verano en manga corta y cantando a grito pelado...y si no lo hace y llueve de manera incoherente como ayer, pues me acordaré de cómo me calaba con ella.

Jacinta ha dado la talla. Ha cumplido con creces su servicio. Me ha hecho la vida más feliz y Madrid era un sitio mejor sabiendo que ella estaba ahí. Era la verdadera vespa especial que me quitaba problemas.

El robo de Jacinta me deja unas llaves, un casco y muchos momentos que no habrían sido posbiles o iguales sin ella.

Y también una conversación para el recuerdo:

 - Esa es tu moto?

 -Sí

 -Qué chula!

 -Ya.

Como si de una madre babosa se tratase. 

Pero es que Jacinta molaba. Molaba mucho. 

Adiós Jacinta! Te echaré de menos! Y gracias por todo!

LAS TARDES EN CASA

Las tardes en casa cuando hay cosas que hacer empiezan con un "bueno, un capítulo y me pongo"

Luego resulta que te topas con esos papeles blancos, grises y naranjas (que no verdes, rojos y amarillos como diría Serrat) que compraste en Ikea sin saber muy bien por qué. O tal vez sí, porque eran papeles y porque eran baratos. Así que con unas tijeras te pones a recortar para hacer un montaje absurdo con los que te encanta procrastinar

Te haces un té y de paso otro capítulo porque esta serie (The Good Wife recomendablérrima) te saca la abogada que llevas dentro, o mejor dicho, la guionista que querrías ser. O la escritora de personajes completos y complejos tal vez. 

Coges la plumilla y te manchas los dedos mientras escribes palabras que empiezan por Irre-

Y-resulta que no son tantas las que te salen…pero vaya fuerza que tienen. Describen esos mismos personajes sobre los que quieres escribir o tal vez, simplemente, como eres en realidad, o cómo te gustaría ser, o cómo serías si…

irreverente, irresistible, irreductible, irresoluble…irrepetible.

(No hagas trampa que esa te la chivaron)

Irrepetibles son las charlas con la señora que calceta en las que empiezo diciendo que el tomate y el pescado que me mandó estaban buenísimos pero con el tercer "qué tal" la cosa empieza a torcerse y la voz empieza a temblar. Aunque de irrepetibles no tienen nada porque son muchas ya y siempre surgen igual. Que sí…que todo bien…pero claro…es que no sé…Pero bueno, hay que seguir…Que ya verás, que esto es así, tú tienes que ver, son las circunstancias (ya, pero es que yo soy yo y mis circunstancias como dijo aquel)…que no te preocupes que todo sale…que venga que te paso con tu padre. Y te pone con ese señor de gafas oscuras que tan claro lo ve todo aunque te confiese que él también está "acojonado". Te vuelve a repetir lo de siempre. Lo que tú ya sabes. Lo que tantas veces has oído y hasta repetido tú misma a otros. Y lo hace con esas metáforas tan suyas que le hacen confundir "La vida es Bella" con "Qué bello es vivir"…y al darse cuenta aprovechar la jugada y decir que no importa, que son dos buenos ejemplos de que lo que hay que hacer por encima de todo es vivir. 

"Ya…"

Y tú ya sabes todo esto pero te duele la garganta recordándolo. Porque no sabes aún muy bien cómo funciona esto de pasar de reivindicar el seguir hacia delante un día y al siguiente querer pedir papas y al otro explicaciones. Pero te vas acostumbrando y a cada día que pasa te vas haciendo más realista y tristemente más escéptica. 

Aunque no dudas que hay muchas cosas ciertas en eso que te repite una y otra vez el jefe cuando te ve algo baja. No dudas porque sabes que es un señor muy sabio y también muy viejo. Y porque también te lo repite tu santa madre que tiene más fe en ti que tú misma y con que un 10% de lo que espera que te pase, realmente ocurra, ya te das con un canto en los dientes.

Vaya suerte tienes mecagoendiez. 

Y es que a lo mejor, tú misma sabías hoy, cuando pegaste el collage al lado del flexo (que es la única luz que ves clara por ahora), que al terminar de hablar con tus padres necesitarías leer que "el Sol saldrá mañana"…

Y si no pasado. Seguro.

PER FUMÉ

Lo de los olores es un tema importante de narices (bien, empezamos bien)

Pero es cierto. Hay olores que nos transportan a lugares y tiempos lejanos, evocan momentos agradables y reconfortantes...otros en cambio te hacen descender a los infiernos y ponen tu estómago del revés.

No nos vamos a centrar en estos. Todos hemos entrado a un baño después de que alguien despidiese un amigo del interior. Todos tenemos algún hermano cerdo que utiliza sus bombas de humo para darse a la fuga dejando al enemigo K.O. Todos hemos entrado en un cuarto con seres destilando la noche anterior. Todos hemos pasado por callejones inmundos donde solo hombres sin ningún amor por las suelas de sus zapatos pueden ir una y otra vez a responder a la llamada de la naturaleza.

Hoy me quiero centrar en esos olores que nos autoimponemos. Como si te dejasen escoger tu nombre, llega un día en que escoges tu olor.

Yo hasta hace poco era de Gotas de Oro. Y seguiré siendo toda mi vida, porque es como el Celta, el equipo de casa. Ese bote gigante de cristal indestructible (lo digo por experiencia) reina en los baños de mi hogar como en otros lo hace la clásica Álvarez Gómez (que sería como el Depor...y ya vale de símiles deportivos).
En un afán por que no me capturasen los olores de la noche...hablo de cuando se fumaba en los bares...no, ahora en serio, os acordáis cuando se fumaba en los bares? Os acordáis cuando el las fotos salía una cortina de humo? Os acordáis cuando se iba con la cámara en el bolso? Bueno pues quien compartía bolso-maleta con esta última (y con otras muchas cosas) era un pequeño frasco de colonia.
- Nenuco? me decían, y yo tenía que contestar defendiendo el cursi nombre de mi colonia-de-casa. A veces me cansaba y contestaba que sí. Pero Gotas de Oro es mejor, que quede clarito. Y siempre la defenderé. Menos cuando maldigo su nombre, o mejor dicho, el mío, al comprobar que se me ha vuelto a abrir el frasco inundando el bolso. Cosa que ocurre muchas veces. Pero muchas.

Lo que pasa es que llega un momento en que mi madre pretende que me convierta en una mujer de bien y me da a probar alguno de sus perfumes. Entonces ya entramos en palabras mayores.
Porque el perfume es cosa de mayores. No es "tu primera colonia, Chispas", es una decisión difícil. Después de varios intentos, hay una que me convence.

El problema viene cuando tras ponerme la miel en los labios, después incluso de regalarme un bote...cuando bajo del tren después de un largo viaje y me dice que qué bien huelo aún y yo le cuento lo mucho que me gusta, cuantísimo dura y lo mucho que me la pongo...me viene con que "no es una colonia de diario".
Pero vamos a ver, señora. No puede ser. Ahora qué hacemos?
- Pues yo me la pongo todos los días.
- Pero Carmen, es muy cara.
- Pero mamá qué precio tiene el oler bien. Eh? Ponle un precio!! Te lo diré: No lo tiene.

Entonces observo cómo la señora que calceta se va por el pasillo a carcajadas... soltando un último y definitivo "Pues hasta que se te acabe"

Chan chaaaannnnnnn......

Yo hago mi "Cálculo Vital" que consiste en saber cuántas copas me tengo que dejar de beber para comprarla. Confirmo que son muchas. Entonces confío en que las Navidades están cerca y que mi padre es un ser mucho más razonable que mi madre en cuanto a lo de "gastar en la niña" se refiere. Tema zanjado. Colonia de diario. Que son 5 "flishes" al día? Nada.

Hablando de copas y de olores, tengo unos amigos bastante exquisitos que ahora sólo quieren ir a lugares donde las mujeres huelan a perfume. Claro que indagando un poco más, la exigencia se acompaña con que sean despampanantes y, a poder ser, les encuentren tremendamente graciosos y atractivos. La cosa se complica.

Con la proximidad de los 30, hombres y mujeres nos distanciamos. Unos tiran hacia abajo y otras hacia arriba. Es en estos casos cuando se convierte en una labor difícil coincidir en el sitio a donde ir. Porque aunque en los suyos si me dejo de tomar una copa ahorro el doble en mi "Cálculo Vital", en los míos la gente es más normal en cuanto a peso, guapura y estatura pero la música es mejor. Cuestión de prioridades.

Oler bien es importantísimo. Que se lo digan al "güey" de mi (antiguo) trabajo. Me comenta con el acento más mexicano que existe (que sí, que hablan como les imitamos) que qué preferiría: no tener de la rodilla para abajo o que el dedo índice te oliese a (y cito textualmente) "mierda pura, que no te lo pudieses lavar, ni tapar, ni nada y que nadie se te pudiese acercar"...yo digo que lo del dedo ni de coña y me contesta que mucha gente en el metro decidió conservar su pierna.

Y es que es inevitable oler. A veces lo haces inconscientemente, como en un abrazo que siempre va acompañado de una pequeña inspiración que te dice que estás con ese alguien. Olor a madre, a padre, a casa o a hermano...a no ser que este último lo que te de sea un abrazo de oso de los que te dejan sin respiración. Ahí temes por tu vida pero no hueles nada.

Y para terminar con el tema. Quiero hacer una mención a los anuncios de colonias. Porque hace poco recordé el de "En las distancias cortas es cuando una colonia de hombre se la juega...Brumel" o el clásico "Algún día, te arrebataré tu esencia! EGOISTA!!...Egoist, platinum, para el hombre"
Hay que darles las gracias por traernos cada Navidad a esos hombres y mujeres que te cuentan que en su micromundo de gente guapa y rica no hay crisis ni nada y que si te pones su colonia serás uno de ellos y vivirás feliz y olerás bien para siempre. Muy fan.

PD: Lo de que las cosas buenas vienen en frascos pequeños no excluye que las cosas normales vengan en bolsas de Zara, de Bimba etc...Eh?Señoraquecalceta-y-que-pretende-que-las-compras-de-Noviembre-cuenten-como-de-Reyes? que nos conocemos! Bultos pequeños y grandes el día 6 de Enero. En la variedad está el gusto.




 

 

VOLVER CON LA FRENTE MARCHITA Y EL ALMA TAMBIEN...

Pero primero fui. En autobús. Y no un autobús cualquiera, en el auténtico Autobús de la Muerte. Y paré a las tres de la mañana en la mítica, decadente y sucia estación de servicio Los Perales. Con frío. Con lluvia. Después de haber rezado sentada en mi plaza que no fuese ese gigantón que caminaba de lado y con dificultad por el pasillo el que se sentara a mi lado, ni esta señora con pinta de querer dar conversación...en realidad recé por que nadie viniese y pudiese tumbarme a mis «anchas»...pero no fue así. Un chico normal se sentó y no me reclamó que el asiento de la ventana era en realidad el suyo (En mi defensa diré que la numeración era confusa)


Y llegé a una no menos decadente estación de autobuses viguesa a las 5 y media de una noche de Halloween en la que los whatsapps de mis amigas se fueron alejando en el tiempo y en la comprensión. Tentada de quedarme en el Mondo, me fui derechita para casa. Extrañada por no encontrar nada que rascar en la nevera (luego me enteraría que el motivo fue que la señora que calceta no me esperaba esa madrugada sino la siguiente) me conformé con un poco de pan y a la cama. A esa cama-de-casa-de-padres donde tan bien se duerme con sábanas planchadas y muelles que no se clavan.
Y dormí mucho.

Dormir es un placer. Dormir sabiendo que al despertarte no vas a tener que limpiar la casa, poner lavadoras o pensar qué hacerte de comida (no llevando a cabo la mayoría de las veces ninguna de las dos primeras cosas y mal haciendo la tercera) es un placer al cuadrado.

Porque en casa se está más que bien. Esto lo he dicho muchas veces. Pero es que además resulta que era el cumpleaños de la señora que calceta y después de varias llamadas en código enmarcadas dentro de la operación «Compra el regalo» o, como le llamamos en casa, «Quién pone la pasta», nos llevó de cena de lujo en restaurante donde, para variar, hablamos más alto que el resto de mesas. Pues muchas felicidades para ella, creo sinceramente que descumple años como nadie.

Y si pasamos por delante del Karaoke hay algo dentro de Santi que le lleva a decir «I don't want to miss a thing» y Manu se da por aludido y baja las escaleras cual estrella en el backstage, sabiendo que va a tener al público entregado. El público en este caso era escaso pero de calidad a la altura de la actuacion tantas veces vista y que nunca decepciona. Cuando me tocó subir aquí a la tercera en discordia, me encontré con un jurado con taburetes giratorios y un Santi Bisbalizado haciendo los mismos aspavientos del propio hermano que tengo. Al parecer todos me querían en su equipo.
Una cuñada que se despide con un IMPOSIBLE de seguir «Don't stop me now» y yo creo que es lo más apropiado porque «I’m having a good time» Y tanto.

Tienes unas amigas que te esperan entre paraguas, porque en esta ciudad llueve. Pero lo hace con encanto (mentira). Lo hace de una forma que no nos impide hacer vida diaria...o nocturna. Recuerdo mis 16 y salir por la puerta hacia una tempestad mientras mi padre me tachaba de loca. Concretamente me soltaba su clásico «por menos hay gente encerrada»...pero era sábado. Era "el sábado". Ese día que en la adolescencia suponía ver cómo las ilusiones de toda una semana se quedaban en eso...o se rompían en pedazos...o, simplemente ¡pasaba!...y todo era como habías esperado...o tal vez no pero tú ibas perfecta para la ocasión. Aunque lo difícil sería lo contrario después de haber estado pensando el modelito desde el lunes y haberlo cambiado 5 veces esa misma noche antes de volver a la idea original. Ah! pero que ahora no haces lo mismo? A quién quieres engañar?

Pues al tiempo...y a la distancia. Si los engaño a lo mejor resulta que en lugar de 600 son 60 los kilómetros que me separan de Vigo, de mi casa y de mis amigos. De una vida de fin de semana.

Aunque si me apuras, tengo por delante una semana de cuatro días y un pedazo de esa vida se viene a la capital para un fin de semana de pijamas, turnos para duchas, overbooking en el salón y resacas comunitarias...las mejores de su clase. Así que aunque vuelvas con el alma marchita algo sí que vas a engañar a la morriña...