CUMPLO 36

Cumplo 36 y como cada dos septiembres toca hacer balance.

Como resumen de este tiempo diré que un amigo me comentó que lo que habíamos vivido en estos dos años normalmente la gente lo distribuye a lo largo de una década.

Han sido tiempos convulsos. Para muy bien: cambios de trabajos, fin de la pandemia, llegada de Guada…y también para aumentar la tensión cervical: hipoteca, obra, mudanza, bronquios atrofiados, inundación, poco sueño e infinito agotamiento.

Cumplo 36 con ojeras. Pero todo pasa. Es así, te lo dice todo el mundo alrededor y es cierto. Ahora, viéndolo con perspectiva te das cuenta de que no fueron más que unos meses intensos. Vendrán otros. Son rachas.

Y además qué más da que aún haya alguna caja por casa, que no estén colgados todos los cuadros o que el armario de las niñas no esté actualizado. Por el camino hemos ido dejando pañales, aprendiendo a sentarse, a gatear, a comer, a pronunciar la errrrre. Bueno, esto lo aprendieron ellas. Lo que está claro es que todos en esta casa nos hemos hecho mayores.

Cumplo 36 aunque llevo un año diciendo que ya los tengo. Se ve que los 35 se me antojaban poco apetecibles. No es que hayan sido malos ni mucho menos pero han sido cuanto menos intensos. Año de mucho cambio y mucho crecimiento y, como decía una amiga, cuando creces te duelen los huesos.

Cumplo 36 tras un verano en el que he querido estar zen. Y a veces casi lo conseguía.

Me analizo en los meses anteriores y concluyo que estaba estresada. Los que me quieren me lo confirman “se te notaba”

Siempre dice mi amiga Blanca que digo “el año que viene va a ser mi año” y luego todos lo son en cierta manera.

Estoy siempre pensando en el futuro y por eso en estos 36 me voy a obligar a ver un poco más hacia abajo. Al suelo donde piso aquí y ahora. Y ahora estoy bien. Muy bien. ¿Estaré mejor? Tal vez sí o tal vez no.

Lo que está claro es que hay que tratar de disfrutar al día y yo, como lo de estar zen, a veces lo consigo.

Si algo tengo claro con 36 años es que la vida cambia, te da sorpresas y te pone en situaciones inesperadas de esas que no caben en mis listas de “to do” o en mis cuentos de la lechera nocturnos. La vida se sobreviene y la vida se vive. A veces las piezas encajan y es un paseo y otras en cambio hay que pisar terrenos movedizos. Para esos momentos las manos de todos los que tenemos alrededor consiguen que, aunque tropecemos, no nos caigamos. Y si lo hacemos, esas manos familiares, experimentadas y que dan aliento ayudan a que nos levantemos más rápido.

Cumplo 36 y tengo días buenos y otros no tanto. Tengo sueño perpetuo y estoy muy contenta en mi trabajo. Tengo ganas de pintar y también un excel de presupuestos en números rojos. Tengo ganas de tomarme cervezas con amigos y también de meterme en la cama a las 21:30.

Cumplo 36 y tengo el tiempo justo para seguir viviendo. A veces sobreviviendo.

Lo hablaba con mis primas este verano. Ellas me dan la perspectiva de la vida con 10 años más y sonríen con empatía y cierta nostalgia cuando les comento acerca de estos tiempos que estoy viviendo. Vemos a sus hijos adolescentes a los que apremiamos para que no pierdan el tiempo y nos contestan con un a cara que viene a decir “señora, pero de qué tiempo me habla?” Y es que es cierto, tienen tanto para perder…

Cada uno hace lo que hace en el momento adecuado cuando se unen la madurez, las circunstancias y la suerte. A veces también cuando no quedas más remedio. Se hacen las cosas cuando es el momento de hacerlas. No hay más vueltas que darle.

Cumplo 36 en septiembre y toca volver a empezar, analizar y forrar libros. Veo evolucionar a Guada hacia su año dos con todo lo que eso supone y a Lola habiendo vivido el verano de su corta vida, y pienso en todos los que vendrán y que supondrán un acopio de experiencias extraordinarias que marcarán sus vidas como lo hicieron en la mía. Pienso en todo el tiempo que tienen ellas por delante y en lo mucho o poco que podré hacer para que sean en su mayoría buenos tiempos. Y en lo mucho o poco que podré hacer para ayudarles en los malos prometiéndome tratar de dedicarles o darles el tiempo que necesiten.

El tiempo. El dichoso tiempo…

Cumplo 36 con Mauro Picatoste a mi lado, para lo bueno y para lo malo, una espalda a la que abrazarme cuando me giro por la noche y cuando la mía no da para más, una hija de un año enfermiza y de risa contagiosa y otra de casi 3, creyendo que tiene 65 que me pone a prueba cada día con sus ocurrencias. Con encajes de bolillos en forma de calendario en la nevera y tratando de exprimir al máximo cada ventana al mundo sin hijos que nos permiten disfrutar nuestros padres quedándose con ellas.

Cumplo 36 tratando de no olvidarme de mí aunque a veces no lo consiga. Pero descuiden que los cumplo siendo yo, discutidora, exagerada, con pelos de loca y manchas en la ropa. Viviéndolo todo intensamente, y llorando y riendo mucho. Muchísimo.

Cumplo 36 con ojeras, pintándome los labios de rojo y con cierto orgullo de ver lo que estamos construyendo Mauro y yo.

Quer siga la fiesta pues.

RÍO MUCHO/LLORO MUCHO

Río mucho.

Con una expiración de nariz y una sonrisa o con una exhalación y la boca entreabierta. Pero sobre todo río como un camionero que se llama Manolo. A sonoras carcajadas.

A veces me sale una risa de hiena cuando algo me hace mucha gracia. O más bien cuando algo que no tiene tanta gracia me hace mucha gracia. Me río de la tontería que tengo encima.

Me río en alto con series como Seinfeld, The office o Paquita Salas. Recuerdo reír hasta que me dolió la barriga con “Un funeral de muerte” y mi compañera de piso tuvo que venir a mi cuarto a preguntar si estaba bien.

Me río con Lola y Guada. Río para que ellas se rían. Porque la risa, como los bostezos, es contagiosa. Y cuando no me río en directo, sonrío como una imbécil al ver los vídeos de ellas haciendo tonterías.

Río con el chat de amigas. Si la risa produce arrugas las pantallas llenas de “JAJAJAJA” envejecen más que tomar el Sol sin protección.

Sonrío a la gente que me cruzo por el garaje o con las que comparto cola simplemente porque están en la misma zona que yo. Y también sonrío sin excepción a las personas con las que coincido en el baño.

Me río cuando me meto con la gente. Lo hago a menudo porque es mi forma de demostrar cariño. Me quedo con la sonrisa perenne cuando me están contando algo guay. Cuando me dan una buena noticia. Cuando felicito a alguien. Cuando ríen conmigo. Cuando cuentan un chiste malo. Risa de apoyo siempre.

Río a carcajadas con memes absurdos, con tweets graciosos, con stikers de WhatsApp y recordando anécdotas. Ahí río con un gesto entre el llanto y la risa.

Río con Mauro. Con él. De él…río todos los días.

Río cuando se meten conmigo mis hermanos. Primero me hago la ofendida así que me sale una mueca extraña al apretar los labios y tratando de aguantar la risa.

Me río con la ironía. Con las cuentas que se ríen de los influencers. Me río con la gente que se ríe de sí misma. Esa gente siempre en mi equipo.

Me río cuando me caigo y estoy de buen humor. Si estoy de mal humor puede que llore. Pero es que la línea entre el llanto y la risa es difusa.

Ambas expresiones se dan cuando se vive algo con intensidad y a mí en general me da por vivirlo todo así. Intensitamente.

Lloro mucho.

Lloro con vídeos de esos hechos para que se te haga un nudo en la garganta. Los de la gente que oye por primera vez, los de hermanos que se conocen, los de abuelos que se reencuentran.

Lloro con los anuncios de Navidad. Con el final de Cinema Paradiso. Recuerdo que lloré a mares en los cines Princesa de Madrid con el final de “El amor bajo el espino blanco” pero a mares. Compungida.

Lloro cuando veo a alguien llorar. No falla.

Lloro cuando muere un personaje que me gustaba en un libro.

Lloro cuando discuto.

Lloro mucho cuando estoy cansada. Agotada más bien. Cuando me desespero de no dormir y no veo nada claro. Ahí se me emborrona todo.

Lloro cuando reconozco que he hecho algo mal.

Lloro cuando mis hijas están enfermas.

Lloro cuando le digo a alguien que le quiero mucho. Cuando alguien que quiero mucho lo pasa mal. Ahí lloro lo que más.

Lloro cuando recuerdan imágenes de la pandemia. Con noticias de la guerra. De emigrantes que no lo consiguen. De niños en el medio del conflicto.

Me emociono cuando voy en la moto hacia el trabajo y veo a padres dejando a sus hijos con discapacidad en el autobús. Tanta entrega. Qué difícil.

Lloro al hacer las paces.

Lloro de rabia a veces. Porque no me explico cosas o no me entienden. Lloro de purita impotencia. Lloro de decepción. Lloro cuando explico una situación que me ha parecido injusta.

He llorado por perder la cartera. De estas lágrimas no estoy nada orgullosa.

Lloro con las historias de superación.

A menudo lloro cuando escribo. Al describir a gente o situaciones que me provocan emoción.

A veces lloro sin querer. Queriendo evitarlo. Temblándome la voz. Tratando de mantener la compostura. No porque crea que llorar es malo sino porque sé que hace sentir incómodo al interlocutor. Pocas veces lo consigo.

He llorado de noche, de día, en el trabajo, en reuniones de amigas, en pareja, en familia, en casa sola y también delante de mis hijas.

Lloro mucho. Hay gente que dice que no vale de nada. Yo en cada lágrima libero tensión, ahorro terapia y sé que estoy un poco más cerca de volver a reír.

Porque no falla.

Lloro mucho. Pero luego siempre río.

Río y lloro mucho.

ADIÓS A GARCÍA BARBÓN

Hace unos días me mudaba y decía adiós a la casa donde nacieron mis hijas. Hoy me despido de Garcia Barbón, el hogar que fundaron Pita y Manolo con sus 7 hijos cuando volvieron a Vigo desde Barcelona. 

Empezaba ahí una historia que se ha ido escribiendo a varias manos con el paso de los años, los matrimonios, los nietos y 24 bisnietos hasta la fecha. La última incorporación una Guadalupe Brandón para seguir la estirpe.

El viaje empieza con el ascensor antiguo y sus 3 puertas que hacen clack antes de empezar a subir y ver los pisos pasar. Un alucine. Al llegar al cuarto siempre te recibe alguien. Hasta 7 niños esperaban con la nariz pegada al cristal o sentados en el enorme baúl del descansillo la llegada de Lola para jugar con el nuevo muñeco de la casa.

Llegas al hall que acogió amigos invisibles eternos pues se sucedían los “qué será, será” y los “tooooongo” entre 50 entregantes. A la derecha los salones de recibir visitas en los que se han vivido polémicas, llantos, guitarreos, bailes improvisados de niños y sobre todo muchas discusiones acaloradas que terminan en sonora carcajada cuando algún tertuliano se pone en pie para soltar la barbaridad definitiva. Normalmente este ser era el señor de gafas oscuras.

Si sorteas a los varios niños jugando a la pelota o haciendo montañas humanas, pasas al salón donde al principio cabíamos sentados y desde hace años hubo que optar por hacer “buffet” porque no hay sillas ni mesa que nos soporte y porque en esta casa nada nos gusta más que comer dónde y como se pueda. Eso sí, a todas horas. En ese salón se ven las Campanadas (algún año incluso hemos tenido que interrumpir la cena para tomar las uvas), y una explosión de amor familiar se desataba con la llegada del nuevo año. Yo soy de las que siempre suelto alguna lágrima pero qué quieren que les diga, es emocionante sentirse tan querida, tras tanto abrazo y con tantos buenos deseos por parte de tíos y primos para el nuevo año. 

En el pasillo se juega. A las cartas y al fútbol. Si antaño era mi padre o la tía Marta quien nos rogaba “parad yaaaaa!!!” hoy me veo a mí reprendiendo a las nuevas generaciones cuando pasa alguien con una fuente de comida y tiene que sortear un balonazo o tratar de no pisar a algún infante. Como me comentaba mi tío Manuel con su habitual ironía “no te esfuerces, si total van a acabar todos en la cárcel”

En la cocina se está siempre a plena actividad. Siempre hay alguien comiendo, algún niño pidiendo, alguien fregando, alguien poniendo carne en el horno o el tío Manu preparando sopa de ajo. En hora punta, cuando se abre la veda de la merienda/cena, se hace cola para llegar al consomé. Antes valía con una empanada y desde hace tiempo la Señora que calceta se queja que no llegan 3. Con la empanada no se juega. Ni con los Felipe II, ni con el cava…la realidad es que se acaba todo. Hasta las fuentes de macarrones que se hacen “por si acaso”. Somos, como decía, de comer a todas horas.

Los armarios del pasillo que esconden joyas de décadas pasadas. Vajillas antiguas, fotos en blanco y negro de niños que hoy son abuelos, smokings y vestidos de fiesta para jóvenes debutantes en salidas de fin de año noventeras. Hace años se complicaba encontrar hueco el día 1 en las camas para recuperar el sueño perdido en la última noche del año pero después había Olimpiadas Navideñas y todos participaban a pesar de la resaca. Hoy esos mismos primos buscan el hueco para dejar hijos caídos en combate tras tanta excitación. Hubo años en los que se contaron hasta 9 carritos con los consecuentes “quién llora? Es el mío?”

El teléfono fijo, artilugio vintage que servía para felicitar el año a familiares y novios en la distancia y los baños en los que no es raro tener que hacer cola y más de un “quién me liiiimpiaaaaa??” se ha escuchado por aquí.

Las habitaciones que antaño acogieron confesiones de primas coruñesas y santanderinas se llenaban últimamente de niños jugando a las tinieblas pero se siguió respetando siempre la de la abuela. Allí donde le dio aquel primer aviso la vida mientras se ponía los tacones. Ya nunca volvió a subirse a ellos pero aún pudimos disfrutarla 9 años más en los que no dejó de fumar BN ni dejó un instante de ser “la Jefa”. Fueron años de fines de semana en Garcia Barbón, de tertulia, cartas y sobremesas que se juntaban con cenas. Así son las Brandonadas. Así eran los fines de año y así se celebraba San Manuel.

Son tantos los recuerdos que se amontonan en mi cabeza… los pisapapeles del abuelo a prueba de juegos de niños de varias generaciones, la mesa de las fotos de comunión, el rincón de las fotos de boda, las carcajadas de la tía Marta, la tía Guada regalando a todos los sobrinos nietos, y aquel año que disfrazó a todas las niñas de flamencas, las carnes de la tía Cris y sus cigarrillos furtivos más allá del puente de Rande, el tío Carlos siempre de pie y el tío Javier con la pierna cruzada y el cigarro en la comisura del labio preguntándome “y tú qué opinas”, mi padre en pie diciendo que era ya hora de hablar de sexo y la tía Yoya poniendo los ojos en blanco, el tío Manuel hablando de la mediocridad humana y yo misma discutiendo hasta quedarme afónica defendiendo el papel de la mujer, el tío Manu tocando la guitarra, Yolanda a varias voces, las tartas de la tía Ana, las colas en la cocina para la recena, las conversaciones, las risas, los ronquidos en el sofá, cantar “al entrar fulanito en Madrid con la copa en la mano” a cada nuevo miembro que se une a la familia, el espejo del hall, el tío Ángel haciendo fotos por familias, el cuadro de la niña con turbante, los retratos tétricos de los bisabuelos, la figurita de los novios de porcelana, el búho con cabeza de plata, las bolas rojas del árbol, la foto del abuelo, el cuadro de las manzanas, la butaca de la abuela…ay! La abuela…

Pero como decía la tía Guada, a ella no le hace falta llevarse nada para recordar a sus padres. Y es cierto. No importa que no vayamos a volver a Garcia Barbón, aunque me haya hecho ilusión que mis hijas hayan pisado al menos esa casa que tanto significa para nosotros. Pero es que homenajeamos a Pita y a Manolo en cada xuntanza. Porque los vemos a ellos en nuestros padres y los recordamos con nostalgia al pensar cuantísimo disfrutarían al ver a estas nuevas generaciones de Brandón creciendo como lo hiciéramos sus padres, como una auténtica piña. 

Nuestra historia no la escribe una casa sino las personas que la habitamos. Por eso no me cabe ninguna duda de que la nuestra, la de los Brandón, tiene aún muchos capítulos por delante. Me muero de ganas por vivirlos. Los recuerdos que genero con mi gran familia y la expectativa ante la próxima reunión es de lo mejor que tengo en la vida. Gracias abuelos por semejante regalo! 

EL DÍA QUE NACISTE VOL. VI

El día que naciste iba a ser el 4, luego el 5 y al final nos fuimos al 6 de septiembre.

Pero es que siendo el segundo embarazo esperaba tu llegada desde el 15 de agosto así que te puedes hacer una idea de lo mucho que te hiciste de rogar.

Naciste en un mes con muchísimos cumpleaños en esta gran familia en la que has caído. Un mes de comienzos y de finales. Un mes de nostalgia color naranja, rosa y ocre como los atardeceres. Un mes con una luz especial como siempre dice tu abuelo Santi. 

En el Cunqueiro, muchas pero que muchas horas después de empezar el proceso (horas en las que me comí dos Twix y gané a tu padre a la Escoba) parecía que algo empezaba a moverse. Y sobre todo parecía que la historia empezaba a diferenciarse de la que vivimos hace casi dos años con tu hermana que acabó desahuciada a golpe de bisturí. Que no es por empezar a compararte desde antes de nacer con ella pero es que el tema pintaba regular.

Como supongo que tendremos suficientes conversaciones sobre lo que supone un parto si es que algún día decides tener hijos te resumo que la expresión “esto fue un peor que parto” como sinónimo de algo costoso y largo en mi caso es totalmente adecuada.

Pero a la vez es una experiencia que me apetecía tener y tú me la diste. Algún día te hablaré de las muchas manos que tocaron tu cabeza confirmando que venías mirando al cielo lo cual no es buen síntoma para nacer cómodamente ni librar a tu madre de dolores…y también de aquel hombre barbudo de dos metros de altura que ayudó a que salieses gritando: “vamos Carmen, empuja hacia el dolor!!”. Esa frase no se me olvidará en la vida. 

Eso fue lo que hice. Con todas mis fuerzas. Y saliste. Y eras perfecta. Y yo lloré. Lloré de cansancio, de flipar con todo lo que había pasado en dos minutos y de verte que estabas sana, entera y en el mundo al fin. De comprender que me había vuelto a convertir en madre de un ser pequeño (o en tu caso no tanto), un nuevo miembro de la familia que estamos creando tu padre y yo, una hermana pequeña para Lola y otra hija a la que querer para siempre. 

“Ya está con nosotros” dijo el hombre barbudo de dos metros, el mismo que me empujó hacia el dolor. El dolor en todos los sentidos porque si algo he aprendido con la experiencia previa es que la maternidad te hace sentir el mayor dolor y el mayor miedo que se puede imaginar. También la mayor dicha y el mayor cansancio pero esto parece que se da por descontado. Aquel hombre y unas cuantas ginecólogas y matronas me ayudaron a traerte al mundo con indicaciones claras. “Empuja” “ahora” Pero bien sé que no es así como funciona la cosa después. No hay instrucciones en esto de la maternidad. Hay dudas. Todas. Y algunos días sale todo bien y otros todo mal. Pero se pasan fases y, como bien me advirtió tu tía Almudena, “cuando tienes dominada una, llega la siguiente”. 

Y es que la vida va de eso. Al menos la mía que durante unos años será también la tuya. Prueba y error. Así lo hacemos desde hace casi dos años en que tu hermana nos hizo padres. Días buenos y alguno peor. Pero siempre juntos. Y así seguiremos haciéndolo ahora que somos familia. Porque eso somos gracias a ti. Has venido a completarnos y de verdad te digo que sólo con 12 dias de vida ya has superado todas nuestras expectativas.

Todo es más. Más fácil y a la vez más difícil. Más intenso y más de morirme de ternura. Más cansado y más organizado. Ahora somos cuatro. Somos más. 

No te voy a echar la chapa con que me equivocaré mil veces, me agotarás la paciencia otras mil y nos entenderemos y desentenderemos muchas veces en el mismo día. No te voy a pedir perdón por adelantado por todas esas veces que me equivoque. O bueno, sí. Es una táctica en la que tanto tú tío Manuel como yo somos expertos, la de reconocer los fallos antes de que lo haga el otro. Así cuando llegábamos ya amaneciendo a casa de salir por la noche entrábamos por la puerta diciéndole a tu abuela “ya ya ya, es que no son horas, lo siento de verdad” mientras nos dirigíamos a nuestra cama y ella se quedaba sin poder decirnos nada.

Pero para que nos toque a nosotras vivir estas escenas aún queda tiempo. Ese mismo que vuela y por eso tal vez contigo soy más consciente de que tengo que aprovecharte cada día. Cada hora que pasa te haces mayor y te alejas de mí. Y aunque el objetivo es ese, que voléis solas, por el camino os voy a achuchar, estrujar y besar hasta que me digáis “ay mamaaaaaa” y aún así seguiré. 

Llegaste en medio de una pandemia mundial. Ha sido todo una auténtica locura! Pero en el fondo todo es más fácil de lo que parece. Lo complicado es descomplicarse. 

Cómo me gustaría que consiguieses vivir con alegría. Y aunque a veces no lo logres, consigas parar y pensar que no puede ser todo tan difícil. Que los placeres de la vida son muchos y la mayoría no cuestan dinero. Que hay muchas desgracias y tendrás sustos y las lágrimas te saldrán a borbotones (más si heredaste esta faceta mía) pero que saber relativizar después de desahogar será una de tus mejores armas en este mundo de sensibilidades extremas donde todo el mundo da su opinión y pocos parecen estar del todo a gusto en su piel. Si consigues esto, algo tan simple como valorar la suerte que tienes de haber nacido donde lo has hecho, llena de privilegios y, me lo vas a permitir, en una casa bastante divertida, si te convences que es mejor hacer la vida más fácil a los demás y no caes en la tentación de creer que el no hacer favores a nadie e ir a lo tuyo te hará más fuerte, si nos ves vulnerables pero compruebas que continuamos adelante y conseguimos recomponernos y decides seguir ese ejemplo y no dejarte llevar por las miserias que todos encontramos si rascamos un poco…si, en definitiva, consigues disfrutar de esta aventura que es vivir y al final de la partida ganan por goleada los buenos a los malos momentos, entonces, tal vez, habré conseguido mi mayor meta en esta vida que no es otra que veros crecer felices y siendo buenas personas. Todo lo demás está de más.

El día que naciste era lunes. Al día siguiente tu padre decretó que te parecías al dictador norcoreano Kim-Jong Un. El miércoles volvimos a casa y empezó nuestra vida de cuatro. A los 12 días conseguimos juntarnos a comer y nos hicimos la tradicional foto de hermanos con el nuevo miembro. Y mañana…mañana será otro día. Pero contigo aquí será un día mejor. 

Bienvenida al mundo Guada!

Es de locos pero procuraremos que lo pases bien. 

Te quise desde antes de nacer.

Te querré hasta que deje de respirar.

Gracias por hacerme tan feliz simplemente con existir. 

MAURO CUMPLE 40

Me encantaría que pudieses celebrar una fiesta como mereces por llegar a esta cifra redonda aunque bien sé que tú con cervezas y amigos te das por satisfecho. 

Eres un tipo difícil de regalar pues tienes pocos caprichos y los que tienes, qué quieres que te diga chico, son tan caros que sólo llegamos a cubrir un porcentaje de los mismos...sin embargo yo sé que el mejor regalo que podría hacerte hoy sería que por un momento te vieses con mis ojos, como yo te veo. Tal vez así desaparecerían esas dudas que sé que te asaltan a veces. 

Yo tengo plena confianza en ti. En tus capacidades y en tu fortaleza. Mucha más que tú mismo. Y me rompe no poder hacer que lo veas tan claro como yo lo tengo. Admiro que a mitad de camino sigas peleando por ser mejor y alucino con que aguantes mis charlas estoicamente para al cabo de un tiempo decirme que te vinieron bien. 

Yo, que me considero bastante práctica aunque a veces me líe con tonterías como que se haya estallado el agua en el cesto del carrito, tengo como objetivo último el ser feliz. Hago todo lo que está en mi manos por serlo. Puedes creerme cuando te digo que eres uno de los responsables de que lo consiga.

Pienso en este año, en todas estas horas que llevamos compartiendo teletrabajo en el salón, confinamientos y sofá con una niña mediante y otra en camino. Ha sido la prueba que no necesitaba para confirmarme que estoy con la persona correcta.

Con el irónico perpetuo de cabeza grande, sienes despejadas y voz profunda que se vuelve de pito cuando quiere conseguir algo. El compañero de pizzas culpables y ensaladas penitentes. El cervecero total. El que toca la guitarra, se parece a Marhuenda y tiene un umbral del dolor bajísimo. El que canta, baila y actúa sin vergüenza pero le cuestan terriblemente los cambios. El que tenía claro que quería ser padre. Y el que aparece por el salón con su tercera taza de café y me hace cualquier gesto absurdo mientras estoy en una reunión sólo para recordarme que sigue ahí, como lo ha estado toda esa mañana, y toda la anterior...incluso por las noches cuando hago de mis sonambulismos sus desvelos.

Ha estado ahí continuamente desde hace 5 años e intermitentemente desde hace 17, cuando yo contaba con los mismos y supe que ese chico me gustaba.

A sus 40 añazos lo conozco mejor que nunca. Tanto que ya vaticino una vejez bastante cascarrabias pero con total complicidad. Yo no me quedo corta...sé que a veces no le va a gustar lo que le voy a decir pero lo hago igual porque hemos llegado a ese punto de entendernos hasta en el desentendimiento. Cuando pintan bastos, ahí es donde más hemos crecido. 

Nadie tenía que convencerme de que el resto del tiempo iba a reír mucho e iba a ser feliz con muy poco. Con un desayuno rico, una película, alguna conversación intensa sobre la bondad del ser humano o cómo lo estamos haciendo como padres y otras muchas banales relatando entre carcajadas el cuento surrealista que le acaba de contar a Lola o contando anécdotas de un compañero de su clase que a mí me importa bien poco. Es un tipo con el que se puede hablar de todo y yo de hablar soy mucho. 

Todo esto, no me pregunten por qué pero yo lo deduje desde que lo vi en Maracaibo en el 2003. Y cuando al cabo de los años tocó empezar a hablar de lo que queríamos se lo planteé muy claro. El aceptó los términos y aquí estamos.

Siempre le digo que como primer marido no está nada mal. No sé si es el mejor pero no tengo ninguna duda de que es el más adecuado para mí. 

Vaya suerte habernos reencontrado en aquel Gijón de tus amores. Aunque estoy convencida de que si no lo hubiésemos hecho aquel día, habría sido otro. No creo en el destino pero tú y yo sabíamos que nos debíamos un baile. Ahora más que un baile es una obra de teatro, una tragicomedia realista con nosotros de protagonistas tratando de que haya muchas más risas que llantos. Creo que lo vamos consiguiendo.

Felices 40 Mauro Picatoste. Eres, como ya te dije aquel 28 de diciembre delante de toda la gente que queremos, un auténtico planazo. 

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NAVIDAD 2020

El día de la lotería me recuerda a mi madre con la radio puesta toda la mañana y decepcionada los años que el Gordo sale muy pronto. “Oh! Qué madrugador…”

Los villancicos me emocionan mucho y las luces de Navidad me gustan blancas y amarillas.

En Noche Buena mi primo Rafa, sigue vacilándome pataleando por debajo de la mesa y diciendo “Carmen! que viene Papa Noel!! Mira! Mira! En la ventana! Boh...te lo perdiste...” de pequeña me enfadaba y ahora lo echo en falta los años que no coincidimos porque la vida y los matrimonios hacen que haya que dividirse en las fiestas.

El primer regalo que recuerdo es “La Sirenita” y los que más me marcaron, una caja de 100 rotuladores que me regalo mi abuela Pita y, sin duda, Molly. Con 7 años abrí esa caja y al ver a la muñeca con gafas y trenzas dije “por fin tengo una amiga” lo cual me parece tierno y triste a partes iguales

En García Barbón, en casa de la abuela Pita, desde hace ya muchos años celebramos amigo invisible. Con cada regalo se canta “Qué será, será” se juega al despiste con el destinatario y se canta “Tongoooo!! Tongoooo” ante algunos regalos por encima de presupuesto. Siendo 50 personas el asunto se prolonga durante horas con el consiguiente cabreo de los que quedan últimos.

En casa nos felicitamos el nuevo año tras ver las uvas (siempre en la 1) de una manera impensable este año. El salón se llena de besos y abrazos. Lágrimas de emoción, dejar un año atrás duro o que tus tías te digan “Este es tu año!!” A los 5 Manueles se les felicita por partida doble pues también es su santo. Atrás quedaron los años en que Orío nos representaba el sketch de Paca Carmona de Martes y 13 o nos cantaba por Camarón.

Yo antes preparaba con ilusión las escarapelas y las pruebas de las Olimpiadas Navideñas en las que el día 1 de enero mis primos resacosos, mi abuela y mis tíos participaban. Esta tradición se perdió cuando yo me convertí en una resacosa más. Todos aparecíamos a comer pero llegaba una hora en que desaparecíamos a dormir y se hacía complicado encontrar una cama desocupada en la que recuperar después de una noche tan larga. Eso sí, nadie perdonaba el consomé a las 18:00. Se formaba cola a la cocina y todos vuelta a comer.

Suena una guitarra en el pasillo. Es el tío Manu tocando todo lo que le pedimos y desesperado porque no damos el tono. Él es más de Beatles y nosotros le pedimos Yolanda. De fondo, en el salón y en la sala de estar, siempre hay conversaciones en marcha a las que puedes unirte en cualquier momento. Casi siempre acabamos discutiendo sobre temas importantes y, de unos años a esta parte, el feminismo es recurrente siendo mi tía Marta, su hija y yo contra el mundo. El señor de gafas Oscuras también es experto en crear polémica y casi siempre acaba en pie haciendo pura demagogia.

Cuando éramos pequeños montábamos un Belén muy grande e íbamos adelantando a los Reyes un poco cada día. Era tradición ir a por musgo a Baiona, a la Virgen de la roca. Mi padre, que nunca fue de manualidades, se esmeraba muchísimo al colocar el papel que imita la roca, el papel albal a modo de río y el musgo que seguramente no había en Jerusalén pero oye, yo alucinaba con lo realista que quedaba. Hoy en día triunfa el Belén de Playmobil a prueba de babas de niño y mi madre ha patentado la idea de envolver el árbol tal cual, con adornos y luces puesto y así se baja del trastero y en un segundo ya es Navidad. A práctica no le gana nadie.

Y ya para terminar, nuestra cena en casa el día 5. La cena del Señor de gafas oscuras. Qué ilusión le hacía llevarnos a los tres a comprar todo. Dejábamos a la Señora que calceta en casa porque ponía los ojos en blanco con cada cosa que metía mi padre en el carro. Reyes es una cena total con un aperitivo riquísimo, tanto que unos primos venían desde Santiago solo a cenar y otros aparecían al día siguiente a desayunar la sobras. Recuerdo ir a Porras a comprar gorros y espumillón y a mi padre emocionado como un niño con los preparativos.

También recuerdo la ilusión que hace el primer año que puedes salir en la noche de Reyes, para mí, de siempre, la mejor de todas.

Yo era la encargada de despertar a mis hermanos la mañana de Reyes. Ellos siempre aguantando mis gritos “vengaaaa los Reyeeeees!!”. Recuerdo la bata de cuadros escoceses verdes del Señor de Gafas Oscuras. Cada año el mismo ritual. Abría un poco la puerta corredera del salón, se giraba hacia nosotros y decía “No vinieron”

Este 2020 no habrá casi nada de esto. No se puede y ya está.

Para compensar la falta contacto, envié la postal de la foto en modo vintage. Con sellos y todo! Me encantó escribirlas y más todavía recibir las contestaciones de personas que quiero.

 Disfrutaré lo que pueda de estas fiestas y esperaré con ilusión las del año que viene. Para volver a algunas de estas tradiciones y recordar otras con nostalgia.

Feliz 2021 a todos. Por unas Navidades de recordarnos lo mucho y bueno que tenemos.

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LA MATERNIDAD

La maternidad para mí se resume en querer estrujarte todo el rato. Y aquí podría dejarlo. Pero es muchas más cosas. Es también pensar “qué pesadiña eres hija” cuando no me dejas ver tranquilamente el móvil porque quieres que te lea por octava vez el pollo Pepe.

Es querer ser la primera en cogerte por las mañanas para ver tu cara de sueño y que apoyes la cabeza despeinada en mi hombro y me des palmaditas en la espalda. Pero desesperarme cuando chillas sin motivo al cambiarte o metes la mano en la comida y te tocas el pelo.

Es reírme cuando señalas el enchufe y luego me dices “no, no, no” o te carcajeas porque te doy con el chorro de la ducha.

Es que me de una pereza tremenda cortarte las uñas.

Es que a veces me encante que te duermas en mis brazos y otras suelte improperios porque no te duermes y yo solo quiero que empiecen mis horas sin niña.

Es tener miedo. Todo el rato. Pensar por un microsegundo qué pasaría si algo grave te ocurriese y que me invada una profunda tristeza.

Es que no estés y pensar “qué bieeeeen descanso de niña, siesta!” pero que al momento tu padre haga un gesto imitándote y ambos riamos como idiotas. Y te echemos de menos aunque estés en el cuarto de al lado.

Es querer de una forma posesiva y egoísta. Es que me duela cuando te portas peor conmigo que con nadie y morirme del gusto cuando echas los brazos para que te coja.

La maternidad es pensar lo increíble que es verte crecer pero no todo el rato. Es querer tiempo para mí que coincide muchas veces con el que tengo que dedicarte a ti. A veces gano yo y no respeto tus horarios o te doy otro quesito porque sé que te los tomas rápido.

La maternidad es que me vuelva paranoica cuando te oigo toser y pienso “Ahí vamos otra vez a urgencias”. Es cogerte en colo, observarte y pensar cómo narices nos lo hemos montado para hacerte así de riquiña, simpática y fácil.

Soy realista y sé que no es cierto pero para mí eres perfecta. Con tus asmas, tus mocos, tus dientes que salen todos a la vez, tu culo amandrilado, tus gritos de niña del exorcista. Con tus rizos color cobre y tu cara de elfo. Con tus ojos grises y tu mirada triste que se reduce a una línea cuando ríes.

La maternidad es no poder vivir sin ti. De verdad, no hay manera. Es quererte tanto que sufro. Y es leer estas frases y sentir vergüenza. 

La maternidad es estar agotada y sin embargo saberme capaz de sacar fuerzas de donde sea cuando de verdad me me necesites. 

La maternidad es querer sin límites. Es comprender que no importa la persona en la que te conviertas, yo te voy a querer siempre. Pero además de este amor incondicional que viene con el papel, la maternidad para mí es plantearme continuamente si estoy haciendo todo lo que está en mi mano para que seas una buena persona y sobre todo feliz.

Espero conseguirlo aunque por el camino se me agote la paciencia varías veces. 

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CUMPLO 34

Como cada año par por estas fechas toca BVB (Balance Vital Bianual). Hoy cumplo años y la verdad es que estoy bien y, pandemia mundial mediante, los últimos dos años han sido una auténtica pasada.

Empezaron con en el que ha sido el fiestón de mi vida tal y como lo imaginada. Mi boda (digo, nueeeestra boda) con toda la gente que quiero y disfrutando de cada minuto. Pena que no durase más porque fue un día total. Bueno además está el tema de que creo que lo hice con la persona adecuada tal y cual pero claro, eso al año y medio de casada es fácil decirlo. Luego nos fuimos de viaje. Qué digo viaje, VIAJAZO…qué lejano suena esto ahora cuando el próximo no sé cuándo será. Recuerdo el Perito Moreno y me emociono. Qué espectáculo. De allí volvimos muy felices y muy gordos a lo que habría que sumar otros 20kg de embarazo que aún pesan a día de hoy. Lo que no pesa ni un poco es la maternidad. Hemos tenido suerte con la niña que nos ha tocado, come, duerme, ríe sin parar y me hace sentir cosas en las entrañas que nunca había experimentado. Con también conocí lo que es el miedo real y total pero sin duda es lo mejor que he hecho hasta el momento en estos 34 años. 

Lola merece un capítulo a parte en este tiempo. Creo que no he dejado de ser yo pero lo cierto es que soy otra. Poco argumento contra esto cuando la lista de prioridades cambia tanto que dejas de estar en primer término para todo. Aún así, la maternidad, como digo, fácil. No es mérito mío sino de la criatura. Es una forma de lotería que tiene la vida y a mí me tocó cara. Una cara de duende, con ojos azules que nadie sabe de dónde salen y una sonrisa que asomó cuando cumplí los 33 y no ha dejado de aparecer ni un instante.

Con esto no digo que no haya tiempo para que esta niña me saque de quicio pero por el momento el balance de esta nueva faceta maternal es todo bueno.

Pero como decía, que me lío, cumplo 34. Y lo hago contenta. Creo que siempre que he hecho este balance he puesto esta frase pero es así. No me importa cumplir años. Me gusta echar la vista atrás y ver que ha habido cambios pero también me encanta comprobar que en lo esencial, sigo igual. Sigo siendo sensible, creativa y apasionada en todo lo que hago. Me lo sigo pasando pipa en general y la verdad que en esto Mauro Picatoste no ha hecho más que sumar. Sigo viviendo todo con intensidad y pintando con brocha gorda y colores llamativos sin piedad. Sigo flipando mucho, riendo por idioteces y llorando con los anuncios de la tele. Canto en alto y muchas veces por encima de mi tono grave no asumido. No consigo engancharme al deporte como sí lo hago a la pizza con la cual tengo una relación de amor tóxica de la que no consigo salir. (En esto Mauro Picatoste en cambio no ayuda nada) Sigo disfrutando lo que más de una buena reunión familiar o con amigos…y este año con más motivo. Sigo siendo feminista tal y como yo lo entiendo, sin color ni forma, simplemente porque creo como Chimananda Ngozi Adichie que todos deberíamos serlo. Es de ley. Y sigo siendo de leyes, como demostré en mi veintena estudiando la carrera de mi abuelo, padre, hermano sin llegar a ejercerla y como ya lo era de pequeña cuando no me atrevía a romperlas. Me gustan las normas. Creo que aunque muchas veces equivocadas, son una suerte de límites y estos ayudan al orden. Y el orden es bueno en general. A mí al menos me da paz mental. Me gustan las listas y los planes. Soy una persona con un plan A, un B y un C para seguramente acabar haciendo un W…me gusta tener un plan y que se vaya al carallo. Me tuerzo pero sigo es mi nuevo lema vital. 

Me gusta unir puntos y ver el dibujo. Me gusta mi día a día. A veces duele mucho la espalda pero en general estoy contenta con lo que me pasa. Dice Mauro que tengo las cosas claras…yo no estoy tan segura de esto pero sé sobre todo las cosas que no quiero. No quiero sentirme atrapada, forzada o vivir la vida de otros. No me gusta que me importe lo que opinan de mí y esto es algo contra lo que llevo luchando desde pequeña, otra de esas cosas que no cambian. Me gusta gustar, claro, y tratar de hacer la vida agradable a los demás. Me esfuerzo en ello por puro egoísmo ya que creo que todo nos viene de vuelta.

Lo que también dice Mauro es que soy práctica y ese es uno de los mayores piropos que me ha echado últimamente. La gente práctica es más feliz. Así que voy a tratar de seguir siéndolo.

Cumplo 34 y, si estás leyendo esto, gracias! Porque una de las cosas que más me llena es compartir cotidianidades en forma de textos o dibujos con el mundo. 

Han sido dos años buenos...a pesar de la pandemia y alguna que otra noticia mala, soy una afortunada. A pesar del dolor de espalda y de la rueda en la que a veces se convierte el día a día, cuando estoy en la cama y noto cómo las vísceras van bajando, miro hacia la nada y pienso que estoy bien. Muy bien.

Hoy cumplo 34 otoños y lo hago feliz con mi vida y con mis elecciones. Feliz con lo que tengo y lo que me rodea. Supongo que esto es a lo que hay que aspirar. Sumas cosas buenas restas alguna mala y al trazar la raya da positivo. 

Pues eso, que feliz cumpleaños para mí! 

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SANTI CUMPLE 40

  1. Ir siempre un poco de más por la vida. Y a quien no le guste, que no mire.

  2. Zarabeto hasta los 19. Eras Zanti.

  3. Cuando unos chicos llegaron en un Porche a la gasolinera y tú, con 5 años, desde el Seat Panda les mirabas "Te gusta chaval?" "zí, pero ez mejor el Teztarroza que tenemoz en el garaje"

  4. Ponerte entre las dos camas, pedirme que me pusiese a ras de suelo, elevar un poco los pies y así demostrarme que era cierto lo de que eras capaz de volar. Aquellos meses aguantándome el secreto se me hicieron eternos.

  5. "Santi cuál es tu mayor virtud?" “La agilez”

  6. Irte a Grecia. Aprender a comer verduras, sacarte el carnet en griego, enamorarte, morir de dolor y volver a España justo antes del colapse del país

  7. Que los médicos te feliciten a ti, el comercial, en Navidad

  8. Tripitir COU. Con lo listiño que eres manda carallo...y lo bien que te ha ido profesionalmente en cambio.

  9. El día que me viste recalentando un currusco de pan al volver de fiesta y Gloria y tú me fuisteis a por un bocadillo

  10. Quedarte dormido en la parada del bus al salir de trabajar de camarero en Inglaterra y cuando te despertaste te tocaba entrar otra vez

  11. Ponerte guapo para los guateques de Jesuitas con 12 años. Explicarme cómo te hacías "La onda" con gomina y por qué te echabas colonia en los laterales de los hombros "Porque azí, al pazar al lado de una chica, me huele"

  12. Ese lunar en el labio que despertó tantísimas llamadas al 986438175 con un "holaaaa está Santi????" (léase con voz de adolescente piji)

  13. Aquella noche cuando volviste a España y a medida que subían las copas ibas hablando cada vez menos en español y más en griego

  14. Que todo el que te conoce te acabe queriendo aunque en un principio puede que piensen "pero este de qué va"

  15. No pararse ni un segundo a pensar en lo que te pones, ¿polo de golf con abrigo caro? ¿por qué no?

  16. Lo distinto que eres a mí en todo. Lo de quicio que me sacas. Las discusiones eternas y lo muchísimo que te quiero.

  17. Que el tío Jacobo te pagase aquel año por hacer de Papa Noel

  18. Ir a Sali todo el verano por suspender “No veo la luz del Sol!”

  19. Lo bien que “safaste” en la vida. No es suerte, es que lo vales

  20. Lo bien que se te dan todos los deportes, la Magia, los juegos de mesa, los de cartas y en general, cualquier cosa que tenga que ver con ser “espabiladillo”

  21. Todas las veces que amenazaste con cortale las trenzas a Molly

  22. La guitarra de Manu que nunca se recuperó del patadón aquel tras una de vuestras discusiones de macarras pero tú no saliste de aquel baño en toda noche

  23. Lo mucho que me hacíais llorar cantando con Rafa "Mi-mosca Amelia y yo" para llamarme "Mimosa"

  24. Todo lo que te quieren tus hijos y lo que te idolatran tus sobrinos

  25. Si algo te sobra es carisma.

  26. Si algo te falta es oído musical.

  27. Llegar asfixiado a casa porque te perseguía un perro. "Ez que ezuve jugando con la perra de loz Reparaz y creo que me olió a celo"

  28. Las llamadas a mamá para pedir recetas y chulear de que la has superado

  29. "Carmen...shhhh....relaaaax" y automáticamente querer matarte

  30. Lo muchísimo que te quiero (ahora) Esto ya lo he dicho, ¿no? pero es que de verdad que te quiero mucho, Santi.

  31. Lo bien que cuentas los chistes y las historias

  32. Que vengan los Harlem Globetrotters a Vigo y en un abarrotado pabellón de las Traviesas al niño que saquen a meter canastas es a ti. Si es que naciste con Estrella, chaval!

  33. El golf, tu última obsesión. Pero antes fueron otras, como por ejemplo poner a todo volumen la BSO de "El último Mohicano" para dormir (y no dejarnos dormir al resto)

  34. La suerte que tuve de recuperar un hermano cuando volviste a España para vivir ahora a 300 m de distancia

  35. La poca pereza que tienes para hacer favores a todo el mundo

  36. Horas de parto de un 7 de julio, San Fermín. Nunca una fecha fue tan adecuada. Contigo todo es a vida o muerte

  37. La seña de 31 en la final del campeonato de Mus con el jefe de pareja y mamá y el tío Manu en contra

  38. “Carmen, los tíos de tu edad son unos cerdos. Te lo digo yo que era uno” “A ver Santi que a los tíos como tú se os ve venir a leguas” “Carmen yo me he liado con tías muy inteligentes”

  39. Tu bendita mujer, tu princesita amante de los unicornios y tu mini clon que te han hecho mejor en todo

  40. Que seas un tío feliz. Con lo que tienes, siempre Feliz.

Felices 40 Santi, sigue haciendo lo que mejor sabes hacer que es VIVIR.
Te quiero hermano!

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POR QUÉ TODOS DEBERÍAMOS VER SEX EDUCATION

Que los jóvenes tienen hormonas y mantienen relaciones sexuales es una realidad innegable. En nuestra mano está el darles las herramientas para hacerlo bien o mal.

Sex Education (NETFLIX), a través de lo que parece la típica serie de instituto con caracteres propios de este género nos resuleve dudas y nos descubre (oh! sorpresa) que los frikis tienen líos amorosos y los quarterbacks y las populares, problemas como todos. Pone en valor a los inteligentes y no castiga a los que no los son tanto. Explica multitud de situaciones familiares que son las que condicionan, en último caso, nos definen como personas. Y en el instituto, aunque nos parezcan chavales, ya son personas.

Y como personas que son tienen sus impulsos hacia el otro sexo, hacia el propio, hacia ambos o hacia ninguno en particular. Esto les lleva a experimentar con las consecuentes dudas. 

Sex education trata de resolverlas. Porque sí, los chicos homosexuales que quieran tener relaciones probablemente querrán hacerse una lavativa antes y es probable que nadie les haya explicado cómo, las chicas deberían conocerse primero ellas mismas para luego disfrutar con otra persona, los jóvenes no deberían tener el porno como única referencia en cuanto al sexo y deberían ser mucho más conscientes tanto ellos como ellas de las consecuencias que puede haber tras mantener relaciones sexuales. Y no me refiero únicamente a las biológicas sino también a las mentales. 

Pero nadie les ha explicado nunca nada de esto. En casa suele ser un tema embarazoso y en el colegio, que es a mi parecer donde deberían tratarse a fondo estos temas y resolverse las dudas, se pasa por el tema de la sexualidad como algo de menor importancia. Deben descubrirlo solos o, con suerte algún amigo se lo explica.

Hay muchos problemas que derivan de cómo trata la sociedad en general este tema. Desde el estigma y el desconocimiento acerca de las enfermedades de transmisión sexual o el mal uso de los métodos anticonceptivos, hasta el silencio ante los problemas para llegar al orgasmo o lo naturalmente que se habla de la masturbacion en el género masculino y lo bochornosa resulta en el femenino. Por no hablar de la exposición pública de imágenes que deben permanecer en el ámbito privado y sus peligrosas y horribles consecuencias. 

Por suerte está Sex Education para normalizar dudas y dar visibilidad a situaciones tan tristemente comunes para cualquier mujer como es el hecho de haber visto alguna vez a un hombre masturbándose delante de ella, o notar que uno se le acerca demasiado en el metro, correr por la noche al volver a casa porque viene alguien detrás o algo tan banal como que le toquen el culo o le digan alguna mamarrachada al pasar. 

Todo esto ocurre y seguirá ocurriendo a no ser que enseñemos a los jóvenes a afrontar el sexo como algo normal a la par que importante en la vida de cualquier persona. Algo que hay que hablar y, sobre todo, tratar con respeto.

Como padres, todos querríamos que nuestros hijos se quedasen para siempre en esa etapa controlable donde el mayor problema es que no quieran comer o les cueste dormir. Pero llegan otras y con ellas muchas preguntas que en la mayoría de los casos no se resuelven ni en el colegio ni en casa. Porque la sexualidad sigue siendo un tabú.

Recomiendo ver sex education a padres y a hijos. Y lo recomiendo porque la visibilización es lo que crea conciencia. Los jóvenes van a tener relaciones queramos o no. A la hora de enfrentarse a su sexualidad y a las consecuencias de la misma, mejor hacerlo informados.

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