CUMPLO 36

Cumplo 36 y como cada dos septiembres toca hacer balance.

Como resumen de este tiempo diré que un amigo me comentó que lo que habíamos vivido en estos dos años normalmente la gente lo distribuye a lo largo de una década.

Han sido tiempos convulsos. Para muy bien: cambios de trabajos, fin de la pandemia, llegada de Guada…y también para aumentar la tensión cervical: hipoteca, obra, mudanza, bronquios atrofiados, inundación, poco sueño e infinito agotamiento.

Cumplo 36 con ojeras. Pero todo pasa. Es así, te lo dice todo el mundo alrededor y es cierto. Ahora, viéndolo con perspectiva te das cuenta de que no fueron más que unos meses intensos. Vendrán otros. Son rachas.

Y además qué más da que aún haya alguna caja por casa, que no estén colgados todos los cuadros o que el armario de las niñas no esté actualizado. Por el camino hemos ido dejando pañales, aprendiendo a sentarse, a gatear, a comer, a pronunciar la errrrre. Bueno, esto lo aprendieron ellas. Lo que está claro es que todos en esta casa nos hemos hecho mayores.

Cumplo 36 aunque llevo un año diciendo que ya los tengo. Se ve que los 35 se me antojaban poco apetecibles. No es que hayan sido malos ni mucho menos pero han sido cuanto menos intensos. Año de mucho cambio y mucho crecimiento y, como decía una amiga, cuando creces te duelen los huesos.

Cumplo 36 tras un verano en el que he querido estar zen. Y a veces casi lo conseguía.

Me analizo en los meses anteriores y concluyo que estaba estresada. Los que me quieren me lo confirman “se te notaba”

Siempre dice mi amiga Blanca que digo “el año que viene va a ser mi año” y luego todos lo son en cierta manera.

Estoy siempre pensando en el futuro y por eso en estos 36 me voy a obligar a ver un poco más hacia abajo. Al suelo donde piso aquí y ahora. Y ahora estoy bien. Muy bien. ¿Estaré mejor? Tal vez sí o tal vez no.

Lo que está claro es que hay que tratar de disfrutar al día y yo, como lo de estar zen, a veces lo consigo.

Si algo tengo claro con 36 años es que la vida cambia, te da sorpresas y te pone en situaciones inesperadas de esas que no caben en mis listas de “to do” o en mis cuentos de la lechera nocturnos. La vida se sobreviene y la vida se vive. A veces las piezas encajan y es un paseo y otras en cambio hay que pisar terrenos movedizos. Para esos momentos las manos de todos los que tenemos alrededor consiguen que, aunque tropecemos, no nos caigamos. Y si lo hacemos, esas manos familiares, experimentadas y que dan aliento ayudan a que nos levantemos más rápido.

Cumplo 36 y tengo días buenos y otros no tanto. Tengo sueño perpetuo y estoy muy contenta en mi trabajo. Tengo ganas de pintar y también un excel de presupuestos en números rojos. Tengo ganas de tomarme cervezas con amigos y también de meterme en la cama a las 21:30.

Cumplo 36 y tengo el tiempo justo para seguir viviendo. A veces sobreviviendo.

Lo hablaba con mis primas este verano. Ellas me dan la perspectiva de la vida con 10 años más y sonríen con empatía y cierta nostalgia cuando les comento acerca de estos tiempos que estoy viviendo. Vemos a sus hijos adolescentes a los que apremiamos para que no pierdan el tiempo y nos contestan con un a cara que viene a decir “señora, pero de qué tiempo me habla?” Y es que es cierto, tienen tanto para perder…

Cada uno hace lo que hace en el momento adecuado cuando se unen la madurez, las circunstancias y la suerte. A veces también cuando no quedas más remedio. Se hacen las cosas cuando es el momento de hacerlas. No hay más vueltas que darle.

Cumplo 36 en septiembre y toca volver a empezar, analizar y forrar libros. Veo evolucionar a Guada hacia su año dos con todo lo que eso supone y a Lola habiendo vivido el verano de su corta vida, y pienso en todos los que vendrán y que supondrán un acopio de experiencias extraordinarias que marcarán sus vidas como lo hicieron en la mía. Pienso en todo el tiempo que tienen ellas por delante y en lo mucho o poco que podré hacer para que sean en su mayoría buenos tiempos. Y en lo mucho o poco que podré hacer para ayudarles en los malos prometiéndome tratar de dedicarles o darles el tiempo que necesiten.

El tiempo. El dichoso tiempo…

Cumplo 36 con Mauro Picatoste a mi lado, para lo bueno y para lo malo, una espalda a la que abrazarme cuando me giro por la noche y cuando la mía no da para más, una hija de un año enfermiza y de risa contagiosa y otra de casi 3, creyendo que tiene 65 que me pone a prueba cada día con sus ocurrencias. Con encajes de bolillos en forma de calendario en la nevera y tratando de exprimir al máximo cada ventana al mundo sin hijos que nos permiten disfrutar nuestros padres quedándose con ellas.

Cumplo 36 tratando de no olvidarme de mí aunque a veces no lo consiga. Pero descuiden que los cumplo siendo yo, discutidora, exagerada, con pelos de loca y manchas en la ropa. Viviéndolo todo intensamente, y llorando y riendo mucho. Muchísimo.

Cumplo 36 con ojeras, pintándome los labios de rojo y con cierto orgullo de ver lo que estamos construyendo Mauro y yo.

Quer siga la fiesta pues.