EL MANDO A DISTANCIA


Ayer alrededor de unas cañas y con un partido de fondo que supimos cómo quedó de milagro, la conversación derivó en representaciones varias sobre cómo se comportan los padres con el mando de la televisión. Los hay que permiten el diálogo, los hay que, si los engañas, consigues salirte con la tuya y ver lo que quieras y lo hay, como el señor de gafas oscuras, que son unos tiranos en el sentido amplio de la palabra.

Recuerdo cuando éramos pequeños y estábamos los tres en el salón. Era más pequeño que ahora (porque en cuanto me fui a estudiar fuera mi madre no tardó ni un mes en decidir añadir mi cuarto para conseguir un espacio amplio ahora que sólo iban a vivir allí dos personas en lugar de cinco). Bueno en realidad pequeña era yo. Manu y Santi estaban en esa edad masculina en la que no se sabe muy bien si son niños, si son hombres o si son una pura hormona andante (ahora que lo pienso creo que se quedan en esa etapa para siempre). La cuestión es que eran como que muy pesados. Siempre pegándose, siempre metiéndose el uno con el otro. Las únicas veces que no discutían era cuando hacían frente común para vacilarme a mí. Y entonces yo lloraba y la pobre señora que ya caleteaba desde su rincón del sofá pasaba del "Estaos quieeeeetos!!!" al "Trataos como amigos por favor!" y luego "PARAAAAAD!" "Se lo voy a decir a vuestro padre cuando venga!"

Y ahí parábamos. La recuerdo indignada. "Es increíble, entra él por la puerta y os ponéis como velas y a mí me tomáis por el pito del sereno!" Y era verdad. Pero también lo es que con los años hemos ido valorando más las decisiones coherentes y razonables de mi madre y tomándonos más por el pito del sereno a mi padre. Karma, supongo.

En aquel salón vi E.T. por primera vez. Manu y Santi alucinaban con que no la hubiese visto aún y se quedaron a verla conmigo. También lo hicieron con Mary Poppins. La vi tantas veces que me bajaban el volumen y yo continuaba los diálogos (Calle del Cerezo número 17...) Y cuando me regalaron Peter Pan no dudaron en criticar su acento y los paletones que tenía por dientes. Daba igual. Yo estaba encantada de que estuviésemos todos en el salón viendo una película juntos. 

Porque esto no era lo común. Porque como digo (y no es que tenga algún tipo trauma por ello) el señor de gafas oscuras es el dueño y señor del mando a distancia y se ve lo que él diga. A veces amaga, porque con los años y los nietos se ha vuelto más blandito y, sobre todo cuando están las nueras o visitas delante, dice "no, no...poned lo que queráis" Pero todos sabemos que no. Poco pide este señor en la vida como para no concederle el placer de poner Barça TV justo después de un partido de su equipo del alma. Aunque haya puesto a caer de un burro a todos y cada uno de los jugadores. "Pero papá, esto es en catalán" "Da igual, yo lo entiendo". Yo miro a la señora que calceta, ella pone lo ojos en blanco y continúa jugando al solitario en el iPad. 

Esta es la escena habitual. Esta es la que representaba yo ayer.
El señor de gafas oscuras tumbado en un sofá meditando mientras dicen sandeces en Telecinco, viendo a "lo más bajo de España, esto es lo que somos!" por televisión y riéndose de la condición humana con cada intervención envenenada. O viendo todos y cada uno de los partidos de fútbol que haya (y son muchos, que tenemos el paquete Total del Plus) Pero si es año de Mundial, tranquilos que le vale el Iraq-Uzbequistán tanto como el Panamá-Ecuador. 
Y mi madre en el otro sofá. En su rincón. Jugando a las cartas por Internet, o al backgammon, o al adictivo Candy Crush...a esta señora le va el juego pero tuvo que decirle a mi hermano si era idiota cuando le preguntó asustado si estaba apostando dinero de verdad. A tanto no llega. Aunque lo que más hace en ese rincón es calcetar, claro.

Cuando aún vivía con ellos (es decir, hace mes y medio) escuchaba un "Santiiii!!" seguido de un gruñido típico del señor de gafas oscuras que suena como "GRNá" y de una carcajada. Esto quiere decir que el susodicho había alargado el brazo izquierdo hasta alcanzar la lana con la que mi madre fabrica maravillas para así no dejarle continuar. Un tocahuevos, vamos. 40 años casados y aún le sigue haciendo gracia. 

Otro de los síntomas de 40 años de convivencia se da cuando le recuerdas al otro algo. Claro que si resulta que es porque el señor de gafas oscuras pone el Canal Pesca y la señora que calceta le dice "Santi, este ya lo vimos, ¿no te acuerdas? es el de la lubina en los fiordos noruegos" pues una no puede hacer otra cosa que alucinar, mirarles atónita mientras ellos siguen con su vida en el microcosmos que han creado en ese salón, levantarse e irse a su cuarto pensando que tal vez el amor es eso: ver juntos capítulos repetidos del Canal Pesca.

 

LLEGAR A CASA

Llegar a casa. Eso con lo que sueñas.

Llegar a tu casa y respirar hondo. Ya está.

Cuando vivía con Blanca, intuía cómo le había ido el día según el tono de sus "hola" o el número de cervezas que trajese. Si era una botella de vino es que había mucho que hablar. Alguna vez que celebrar pero la mayoría de las ocasiones era para empezar maldiciendo y acabar riendo. O llorando. O todo a la vez. 

Ahora llego a casa de padres. Son ellos los que me reciben a mí. Nada más sacar la llave de la cerradura y decir "hola..." ya escucho "Qué Piraña, qué?" Entonces sé que se van a levantar. Y mientras el señor de gafas oscuras me persigue por el pasillo con su clásico bucle "Qué! qué! que´! Vives como Dios!" la señora que calceta me comenta sus últimas novedades en esta actividad que tan bien se le da. Yo continúo hacia la última puerta a la derecha, que es donde están todos los cuartos de baño pero en esta casa es mi habitación, aunque la cedo gustosamente a Manu y al packaging de Roque cuando se deciden a bajar desde La Coru. Lo único que quiero es soltar el bolso-maleta. Como si con ese gesto me desprendiese de todo lo malo del día. Ahí se cumple: "ya estoy en casa" Me pongo algo más cómodo (aquí somos de cambiarnos, los hay que aguantan calzados hasta que se van a la cama pero no es el caso), me desplomo sobre la cama y cierro los ojos unos instantes. Entonces oigo a lo lejos que "hay pan!" y los abro de golpe. Llevo soñando con unas tostadas desde que me dejaron en la Plaza de España. Después de ese paseo musical donde no veo tiendas, ni gente. Donde sólo hay un objetivo: "llegar a casa". 

A veces no me da tiempo a llegar a la habitación. A veces mi madre se ha ido a jugar a las cartas (y llegará tarde y mi padre le pondrá el cerrojo) y entonces el señor de gafas oscuras ni si quiera habla. Sólo un "Piraña!" y gestos. Enciende la luz de la cocina y acompaña cada uno de sus movimientos con un gruñido. Primero a la nevera. "Grra!" Eso quiere decir que hay gazpacho. Bien. Luego a la encimera."Grra!" Pan del rico. Bien, después de un durísimo casting hemos dado con el pan definitivo. Otro "Gra!" y descubro un bote gigante de bonito del norte. Toooma! ensaladas premium toda la semana! y rememoro internamente la "Oda al atún" Por último un "Grraaa!" distinto. Qué más puede haber? QUESO! Cualquier queso? No, EL queso. Me mira y con un "Gra!" que significa "Conforme?" vuelve por donde ha venido. A ver el Mundial y a maldecir a Messi por querer estar ahora y no haber aparecido en toda la temporada. Y yo me quedo ahí en medio. Con el bolso-maleta cayéndoseme del hombro, mientras con un brazo cojo gazpacho y con el otro corto pan. Son momentos de felicidad. De picoteo aquí, corto allá. En frío. De pie. Improvisando. Sobre la marcha. Que hay sobras de la comida? pues póngamelas por aquí, oiga, que algo haremos con ellas.
Y mientras piensas "bueno el último trozo" (que siempre es mentira), concluyes que llegar a casa de padres no está tan mal. Y que si el amor se midiese en caprichos culinarios, estos señores te aprecian bastante.

HABLEMOS DE...LOS TAXIS

Lo primero que tengo que dejar claro es que yo soy pro-taxis. 

Aunque hablen de más muchas veces y el sentimiento de timo sea inevitable en ciudades como Madrid, se compensa con los que te ponen musicote cuando lo coges con varias amigas, con los que son simpáticos y están limpios y, sobre todo, con los disgustos que te ahorran.

No sé cómo será la luz que ves cuando sientes la llamada del Señor, pero a mí esa luz verde me parece la mismísima virgen reencarnada (aunque las otras treinta veces que creíste verla, era un semáforo) en las noches de querer cortarse pies y soñar con teletrasnportarse a la cama.

Antes de descubrir los placeres de andar a consecuencia de la desgraciada pérdida de mi moto Jacinta, era taxi para todo. Un día confesé a Blanca entre cañas que por vergüenza llegué a simular alguna cojera antes y después de cogerlo porque llegaba tarde y el trayecto era muy corto. Desde entonces no ha vuelto a verme con los mismos ojos. 

Pero no es mi culpa. Es genético. Tengo un padre que no conduce. 

El señor de gafas oscuras es el máximo abanderado del anticarnetismo, lo cual consiguió que, ante los bufidos de mi madre porque no lo teníamos y ya pasábamos la veintena, desde el sofá de tres plazas siempre se escuchase un "Se puede vivir sin conducir, mírame a mí".

Claro que luego había que oír a la señora que calceta 

No te fastidia, teniendo otro coche en casa también yo! claro, tú es que eres cojonudo machiño...

Cuando me conociste ya estaba sin carnet!, yo no te engañé! 

Parece que a estas alturas de sus vidas lo único que puede separar a mis padres es esta lucha que llevo escuchando desde que tengo uso de razón. Aunque dada la reciente adquisición del permiso de conducción por el último bastión que le quedaba a mi padre en su lado (yo) parece que la García Senra ha ganado la batalla (como siempre, para qué vamos a engañarnos).

Pero lo cierto es que es cojonudo. El otro día sin ir más lejos, un señor le preguntó "Pero cómo?? que no tienes coche??" y otro contestó "Este? Este es un monstruo, no tiene ni carnet!". 

Ante la atónita mirada del primero, el señor de gafas oscuras se vio en la obligación de contar su vida al margen de la ley de circulación (cosa que no le puede gustar más). 

"Porque vamos a ver, de qué me sirve a mí un coche? Eh? El coche es para tarados, hombre!! Yo cojo taxis y soy mucho más feliz. Me recogen en la puerta y me dejan en la puerta. Nada de buscar aparcamiento. Jamás hubo una discusión en mi casa con mi mujer por quién iba a recoger a los niños a un cumpleaños o llevarlos al entrenamiento..."

(Bufido de la señora que calceta)

El señor que seguía sin dar crédito siguió su interrogatorio a este espécimen fantástico de la naturaleza. "Y no llegaste a sacártelo nunca??

"Cuando cumplí 18, mi padre casi me obligó a sacármelo. Esto a mí ya me cabreó bastante porque no lo veía necesario pero aprobé el teórico aquel...era tipo test? ya ni me acuerdo. Cuando llegó el momento de montarme en el coche, un 600 beige, salí en cuesta bien, sin problemas pero al llegar a la rotonda de la Plaza de España se me caló. Y entonces me vi en un momento rodeado de varios seres transformados en bestias, pitando y gritándome con medio cuerpo fuera de la ventanilla. Pensé que eso no era para mí así que me bajé del coche y hasta hoy"

Este dato no está confirmado pero el señor de gafas oscuras da su palabra de honor (y de esto aún conserva bastante, no como el pelo) que el señor este se levantó y le aplaudió.

"Y el tiempo me da la razón Piraña. Tu madre, que es una señora encantadora, se transforma en el coche!! Grita, protesta...mata a viejos!!"

(Berrido de la señora que calceta)

Así que el señor de gafas oscuras va por la vida en taxi y nos inculcó las bondades de este medio de transporte desde pequeños. Pero si hablo de taxis y del jefe, aún a riesgo de estarme extendiendo demasiado, me van a permitir que dedique un recuerdo a Don Enrique Riveiro.

Que quién era Riveiro? Un taxista. Bueno no uno, El taxista que acompañó a mi padre durante veintitantos años. Y la suya, es una historia para contar.

Empezó de forma trágica pues fue quien llevó al señor de gafas oscuras al hospital en el momento en que mi abuelo Florencio entraba en Urgencias para no salir jamás. Y se le olvidó pagar. A los pocos días apareció en el despacho preguntándole por sus suegro y negándose a aceptar el dinero que mi padre recordó que le debía ya que visto el resultado, "Fue una mala carrera"

Desde entonces el jefe podía tener un taxi delante de la puerta que llamaba a Riveiro. Que el avión se retrasaba en Bilbao? "Enrique, ven a buscarme". Que la bis se había quedado en Zaragoza "No te preocupes, ya lo solucioné" "Pero cómo va a atravesar España mi abuela en taxi, si tiene 90 años??" "Pues que le traiga la maleta" El número de su móvil se aprendía como el Padrenuestro por unos adolescentes hermanos y primos "Porque si un día os despertáis en Cuenca, no quiero que me llaméis a mí, llamáis a Riveiro"

Era un tipo entrañable, con un corazón que no le cabía en el pecho y conocido por toda persona de la carretera. Sabía dónde parar a por el mejor queso, a por el mejor chorizo y dónde tomarse la última un martes cualquiera. Tenía una radio por la que todo se contaba y todo se encontraba y era experto en interpretar la cara de perro de mi padre después de un mal día así que "Navegación en silencio no?" "Correcto

Que había juicio en Marín? "Bájame a la niña que la paseo y le compro un helado" y ahí me iba yo encantada con Enrique. Que hay que ir a buscar nosequé y mi madre no podía? Iba Riveiro. Que se compraba un taxi nuevo? Iba a probarlo con el señor de gafas oscuras.

Casualidades de la vida, el jefe y Enrique cumplían el mismo día así que cada 18 de julio le aparecía con pasteles y champán en el trabajo y cada 31 de diciembre se tomaban una copa los dos. Juntos vivieron aventuras y desventuras por España adelante durante todos los años que duró su contrato. Hasta que se fue. Y aunque no se podía fumar en el coche, de vez en cuando le quitaba el cartel para que el jefe echase un cigarro. Y aunque vivieron buenos y malos momentos, Enrique siempre, siempre tenía una sonrisa en la cara al recibirle. Y aunque hace unos años que ya no está, aún nos acordamos todos de él, porque era un personaje. Ambos lo son. Y aunque el jefe es poco dado a las fotos y a los recuerdos, en el despacho tiene una donde está Enrique con su taxi.

Porque aunque yo iba a hablarles de un taxista, en realidad les acabo hablando de una amistad.

 

 

 

UNA HISTORIA DE IMPOTENCIA

Con la llegada del otoño las muertes de paraguas se disparan. Después de luchar contra viento y....lluvia, como soldados que caen en el campo de batalla, los cuerpos son abandonados a su suerte.

Sus esqueletos parecen esculturas. Soy fan de los paraguas mutilados.  

Son incómodos, pero quién no ha cantado bajo la lluvia mientras lo giraba? quién no ha tenido uno propio de pequeño adecuado a su tamaño? en qué casa no hay uno negro y masculino para padres? o uno de propaganda? o uno de esos pequeños y terribles? de cuadros? rojo? transparente? Quién no lo ha usado como arma? o se lo ha olvidado? o ha robado uno? Y qué me decís de los automáticos? y lo que duele pillarse los dedos cuando lo bajas? y dónde están cuando los necesitas inesperadamente?

Mi madre siempre tiene uno en el coche...hasta que deja de tenerlo. Entonces..."no hay un paraguas por ahí?" pues no, no hay. Y sin el paraguasdelcoche el automóvil está incompleto. Debería ser obligatorio, como los triángulos o un lector de CDs que funcione correctamente. Si no, multa. No se puede ir en coche sin música. (Hombre, por favor) El paraguasdelcoche ha tenido todo tipo de formas, tamaños y colores. Rueda por el suelo hasta que alguien, en pleno julio decide relegarlo al maletero. Luego viene octubre y volvemos al "Pero no había un paraguas por ahí?"

Yo tengo una obsesión con un paraguas rojo. No sé ni cómo ni por qué empezó, pero ahí está: en mi autorretrato paintiano, en el cuadro que decora el salón de la tía Guada, en el dibujo de fondo de pantalla...me persigue. Me protege.

Y ya sin más dilación, paso a contar una anécdota del señor de gafas oscuras.

Hace muuuuchos, muuuuchos años, cuando yo ni hablaba, ni escribía, ni padecía, alguien tuvo la brillante idea de hacer una excursión multitudinaria a Santiago de Compostela. Allí nos fuimos la Gonzalada al completo a abrazar al Apóstol y a preguntarle qué tal le iba. Cuando digo al completo, digo abuela, tia abuela, padres, tíos, tías, primos, primas, hermanos, sillitas, meriendas, niños vestidos iguales, fanados, preguntones y pequeños. Vamos, comodísimo.

"Santiago sin lluvia no es Santiago". Ya, amigos, no lo es...pero aquello, según cuentan los más viejos del lugar...(mi madre), era un vendaval, torrencial...lo que llamaríamos hoy una ciclogénesis explosiva. 

Y ahí estaba él. Escuchando discutir a las señoras qué hacer con los niños mientras un paraguas negro, de los plegables, (error) hacía de escudo.

Todo sucedió muy deprisa (vale, esto me lo voy a inventar porque yo no me acuerdo pero la historia me la han contado muchas veces)...el hombre y el paraguas luchando contra los elementos. Situación extrema. El endeble paraguas finalmente vence. El hombre se transforma en bestia. Al tiempo que el agua le sacude en la cara, el señor de gafas oscuras completamente jamado, empieza a golpear el paraguas (ya muerto) contra las piedras centenarias de la ciudad compostelana, bajo la atenta mirada de muchos niños inocentes boquiabiertos y una señora que decidió cruzar de acera (esto es totalmente verídico). 

De aquello hace ya más de 20 años...pero aún pueden encontrar en su mano una cicatriz (que le duele en los días de lluvia, como a Harry Potter) recuerdo de aquella batalla perdida. 

El hombre, la lluvia y el paraguas: una historia de impotencia.

MORADO

De un tiempo a esta parte se ha puesto de moda el morado en todas sus versiones (lila, violeta, berenjena...) No es que me moleste que de repente el color de los curas en Semana Santa esté en los escaparates de Zara. Me he acostumbrado a su presencia e incluso me he comprado alguna que otra prenda de este color. Pero no me emociona. No consigue atraerme de primeras casi nunca. Y digo casi porque hay una ocasión en la que la alegría por encontrar este color es mayúscula:

- Cuándo? los domingos después de salir

- Dónde? en la despensa

- En forma de qué? de chocolate

Milka Choco-Swing

Fueeera!!!

- Por qué? Mmm....

Me da igual reconocerlo, la vaca antinatural (con manchas moradas) no me paga pero me hace feliz. Provoca en mí la misma sensación que cuando, de repente, sin saber por qué, a la máma se le cruzaba el cable y compraba Nocilla. El encontrarla en la despensa era equiparable a descubrir un tesoro. Y te callabas. Y a escondidas te hacías un sandwich después de haberla calentado ligeramente en el microondas (llegando a convertirse a veces en salsa de chocolate) y untabas hasta los bordes y lamías el cuchillo y te manchabas cara, manos y ropa. Y dejabas todo perdido. Pero qué felicidad...

Cuando tuve poder adquisitivo para costeármela, ya no fue lo mismo. Porque la sorpresa de que aparezca sin ser esperada era parte del encanto de la Nocilla. Igual que ahora cuando veo la bolsa de la compra y me deslumbra ese morado terrible. Lo cojo, como un premio y ya empiezo a pensar en esa laaaarga tarde de domingo viendo películas de después de comer y vegetando sin parar. Haciendo expediciones a la cocina para coger "una, bueno no mejor 2, bueno venga 4 onzas" Lo escondo en el armario de la vajilla fina (la de Navidad), justo de encima de la despensa (ese en el que todos escondemos los tesoros., menos mi padre. En definitia lo escondo del señor con gafas de sol) y lo disfruto a cada mordisco. Chocolate y galleta. No hay mejor combinación.

Pero tiene que aparecer. No vale comprármelo.Así que en esta última visita al hogar, me lo llevé. "esto lo quieres?" ESTO??? por favor un respetito. "pues claro que lo quiero"

Y aquí sigo...dosificándolo al máximo. Porque pasará tiempo hasta que vuelva descubrirlo en la despensa.

Mmmmm....