LLEGAR A CASA (II)

Así como el súper 2 en las copas es un gran invento, el 2x1 en barras de pan es una cosa cruel. Yo sólo quería una barra (y debería haber sido media) pero ahora tengo dos. Por un euro. La compra para uno es imposible y triste. El gazpacho es de tetra brick y el pan se regala aunque no lo quieras. Piensas que el hambre del mundo tiene solución mientras dices que no quieres bolsa. Vuelves a una casa vacía y un amigo te pregunta si ya la quemaste. Bueno, te lo dice con un dibujo de un fuego y un interrogante. Menuda imagen. Pues no, la casa donde crecí sigue en pie y soy la ama y señora del mando a distancia. Me duermo en el sofá porque entre tantos canales siempre hay alguna película y no hay señora que calceta para mandarme a la cama. Ocupo el lugar del señor de gafas oscuras y desde su perspectiva me reencuentro con unos rayazos en la mesa que hice hace más de 20 años. Y aunque se está muy bien, de aquí me iré pronto. Al veraneo de verdad. Al de pueblo.

Dormiré cerca de la plaza de abastos de Baiona, donde los tomates no tienen pepitas y huele a peixe. Y a mar. Ese mismo mar que veo desde la autopista reflejando una mancha amarilla a la que le ha dado por aparecer. No sé hasta cuándo. Aquí, en el Oeste, el Sol se deja caer cuando le da la gana. Y nunca sabemos por cuánto tiempo. Pero cuando viene se queda durante más horas que en el resto del mundo y nos regala las mejores despedidas que existen. Parece que quisiera compensarnos sus ausencias como un padre que trabaja demasiado. 

Vuelvo a echar un vistazo al Val, que de Miñor tiene poco. Con días así dice mi prima Marta que es el mejor lugar del mundo para estar. Y tiene razón. 

Pero por ahora vuelvo a casa con el gazpacho de mentira. Vuelvo a cortar el pan con las manos aunque tengo el cuchillo al lado y a  tomarme la miga esponjosa y deliciosa para que entre en la tostadora. La miga es la mejor parte. Si quieres que hagamos buenas migas, la vida, como el pan, siempre con mucha miga.

Por si acaso, desenchufo la tostadora como haría el señor de gafas oscuras. Pero sabes que es un gesto absurdo y de autoengaño porque vas a volver. Porque aún tienes mucho pan. Y mucha miga. Porque la sociedad de consumo te ha obligado a traerte dos barras a casa. Claro. Menudos sinvergüenzas! Eres una víctima. En fin, con suerte tu fuerza de voluntad aparecerá y dejarás algo de pan para desayunar mañana.  
Y con mucha suerte el Sol brillara, mañana…

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AGOSTO



Se acabó agosto y se acabó el verano. Porque agosto es el verano.

Agosto es ir a Baiona y no volver a Vigo para nada. Veranear a 20 minutos de casa puede parecer una tontería, pero cuando cuando entras en ese pueblo, cuando divisas el paseo con las banderas, los barcos y el castillo, a todo el que conoce Baiona "la Real" le cambia la cara.

Baiona es ir en bici y disfrutar de ese momento del que tantas veces has oído hablar a la señora que calceta "Baiona a esta hora es delicioso" y tú, aunque ya habías estado despierta a esas horas de la mañana, era para volver a casa con la vista y la mente algo nublada. Este verano entendiste a qué se refería. Cuando el resto del mundo aún remolonea en la cama, tú ya veías cómo las excavadoras pisan la arena preparando la playa para otro día más de sol (cuántos este año!) Y aunque tú te ibas a trabajar, hacerlo en casa de la tía Toya con esas vistas y un despacho de lujo para ti, es otro cantar.
Baiona es ir en bici y que tu amiga Marta te venga a buscar al portal en la misma que utilizaba cuando teníamos 10 años para dar un paseo como solíamos hacer a esa edad...sólo que ahora nuestros padres nos dejan ir hasta más allá del parque de la Palma, así que llegamos a cabo Estai. Y ya sé que no es Finisterre pero a mí me lo parece. Porque dejas las Cíes atrás y piensas que un poquito más allá está América. Y como yo soy una cagada, le digo al jefe del pelotón que relaje, que luego hay que volver. Como cuando vas muy lejos, a "lo hondo" en el mar y te entra el miedito porque no sabes qué hay por ahí abajo en "lo negro" y empiezas a ver a la gente muy pequeñita en la playa...pues igual. Además tengo la intención de volver sin utilizar el motor de la bici eléctrica-ultra-molona que el señor de gafas oscuras tuvo a bien regalarnos este verano. Y lo consigo. Y me merezco un chocolate con churros, pero tengo cena.

Cena tras cena. Eso es agosto. Cenas de bienvenida, y entre "hasta cuándo os quedáis" y "madre mía cómo han crecido los niños!", entre copas en el Capitán, aperitivos, cañas, excursiones y alguna que otra "noche de los tristes" llegan las cenas de despedida. Con los de siempre. Con los de mi pandilla de la playa, con los de la pandilla de los medianos y la de los mayores para los que siempre fui Carmencita y que ahora me aceptan como una más.
Los de siempre crecen y se multiplican. Y así la Barbeira (más conocida como "la playa del Parador") ve cómo sus rocas son pobladas por niños de la 4ª generación de Brandones en busca de cangrejos.
Baiona es un pueblo con 6 playas. Se pongan como se pongan los de enfrente...vale que no son comparables a la de Playa América o Patos...pero son 6! todas diferentes y cada una con su baño y su agua.

Pero los Brandón somos de la Barbeira. Nos colocábamos en las últimas rocas del principio de la playa (hablo de principio y final de una playa que no debe medir más de 150 metros) Y ahí bajaba la gran abuela Pita, matriarca y señora todos los días esquivando obstáculos con un andar de dignidad infinita.

Ay Pita! cómo se te extraña. Baiona eres tú. Y es que sigamos diciendo que "voy a casa de la abuela" aunque ya no estés y el testigo de anfitrión lo haya recogido el señor de gafas oscuras, quien prometió que siempre habría queso, lomo, jamón, vino y pan caliente y cumplió su palabra. Bravo!

Baiona es ese jardincito que tanto vale para una paella de 20, un desayuno de 15 con varios turnos y varias cafeteras hasta que alguien dice "que me tengo que ir a hacer la comida!" o para un cocido de 30 en pleno agosto. Incluso para las partidas de burraco diarias hasta que se hace de noche con el jefe pululando y rosmando "cuánto vicio Dios mío!"
Baiona son mis tíos, mis primos y mis sobrinos. Es esa casa de la abuela en la que cabemos todos aunque haya que apretarse. En la que vienen a dormir todos y a mí me toca sofá. Es lo divertido.

Agosto son 15 días de estrés vacacional. De playa, ducha y salir otra vez. De planes. Tantos planes! Demasiados planes. Luego llegan los 15 últimos días donde todo se relaja. Donde los de siempre, esos a los que sólo ves esa quincena pero con los que recargas pilas para todo el año, vuelven a sus vidas soñando con el año que viene. Agosto es exprimir sus 15 primeros días y disfrutar hasta el final. Hasta que los días se van acortando. Hasta que la luz de septiembre que tanto gusta al señor de gafas oscuras, va ganando terreno. Hasta que un sentimiento de melancolía te atrapa porque ya, parece que sí, que es verdad... se acabó agosto.

Pero lo hace dejando momentos para el recuerdo. Como la inevitable sonrisa al escuchar una y otra vez las típicas frases baionesas: "esto abre" "los barcos apuntan al sur, malo" "el agua está buenísima" "yo creo que un poco más fresquita que ayer" o la clásica tortura del jefe y su "A forrar los libros!" recordándonos que "la vida no es esto" Ya sabemos que la vida no es esto...pero esto es vida.

Te sorprendes hablando un día con los que quedabas "a las 5 en Camy", recordando cuando el parque de la Palma era de cemento y los columpios de hierro, la mítica cafetería Atlanta, donde, cuando no había móviles, sabías que tus padres estarían por si querías dinero para tomar un helado de la Gamela. Recuerdas cuando jugabais a polis y cacos en el Club de Yates y los porteros os reñían, cuando no os dejaban entrar en el Persígueme Rodríguez, recuerdas cómo tenían que convencer a la señora que calceta para que te dejase salir con ellos porque siempre fuiste la pequeña...Entonces piensas que te pareces a tu padre cuando cuenta cómo había que ir a la Barbeira en barco y para ahorrarse el dinero iba con los tenis en la boca. Cuando habla de una Baiona con tres casas, cinco familias y un muro en el que comer pipas. Pero es que Baiona es que es un pueblo en el que tengo recuerdos desde siempre.
Porque si alguien puede decir que es de Baiona soy yo. Lo soy de desde hace 26 veranos, mi padre desde hace 64, mi abuela Pita lo fue toda su vida y su madre nació en este pueblo donde arrivó la Pinta allá por el 1493 y que fue en su día mucho más grande que Vigo...y su casco vello así lo confirma. Y aunque no seas de Baiona, te haces. Que se lo pregunten a la señora que calceta, una de Corujo que se convirtió en baionesa y que según mi padre conoce a más gente que él.

Agosto es ver la silueta de las Cíes entre naranjas, rojos amarillos y violetas. Ver al Sol caer entre las islas cada día un poquito más a la izquierda. Es decir adiós al día mucho más tarde que el resto de la península, sabernos unos privilegiados y que alguien suelte el clásico "no sabemos lo que tenemos". Pero la verdad es que no nos lo creemos.

Agosto es un mes para disfrutar. Y yo este verano lo he hecho. Son noches, lugares y momentos. Estar en casa, salir y no entrar, no parar, descansar, leer, hablar, reír, tomar unas cañas, reunirte con la familia, con los amigos, playa con niños, playa con amigas, que un día llueva y al siguiente salga el Sol. Agosto es tomarse un helado de yogur y limón. Son baños infinitos en aguas que podrían ser el Caribe si no fuese por la temperatura. Agosto es disfrutar.

Agosto es verano, verano es Baiona...y Baiona "es bien"

LIFE IS GOOD, LIFE IS LIFE

Por dónde iba?…Ah! sí. El verano. O debería decir EL verano? cada año igual. Y este con fiestón incluido. Cuando llegó la verdadera fecha y la gente me preguntaba cómo lo celebraría, yo respondía que llevaba un mes celebrándolo. Lo festejé varias veces en varios sitios y con varias gentes. Todas de bien, claro. 

"El" verano se reduce a los 15 primeros días de agosto. Ahí donde se concentra todo. Cenas, cumpleaños, salidas de martes, visitas, fiestas, excursiones, salidas de miércoles, helados que manchan, aperitivos que son comidas, playas infinitas, "pero sales hoy?…papá es jueves!"…y cuando menos te lo esperas "Otra cena de despedida? sí, la de hoy es con los de Baiona"…en fin, El verano. Qué voy a decir….que luego la señora que calceta suelta una carcajada cuando le comento que necesito unos análisis, que estoy muy cansada...Luego se necesitan esas últimas semanas de agosto en que todo parece pasar a cámara lenta. Y después las primeras semanas de septiembre…raras, ocres, contradictorias, grises, de balance, de reflexión, de empezar de nuevo…saben a castañas y huelen a libros nuevos.

Y entonces me encuentro en un avión. "No estás nerviosa?" me preguntaban propios y extraños…pues no, la verdad. Ni lo estuve, ni me sentí extraña en ningún momento. Estoy tan lejos…y a la vez, gracias a nuevas vías de comunicación que se multiplican, parece que no me he ido. Pero me fui. A un charco de distancia nada menos. Estoy en Nueva York. Espera, que lo repito. Estoy viviendo en Nueva York.

Primeras impresiones. Donde en España hay bares, aquí hay lavanderías, comida rápida y sitios de manicura. Las distancias las puedes medir en paradas de metro o en McDonalds.

Me pateo mi barrio. No es cualquier barrio, perdona, me recorro la calle Boradway a la altura del Upper West Side. Y me cruzo con nannys como yo. Paseando, como yo. Con sus niños dormidos en el carrito. Como el que llevo yo. Leo "Happy Hour", me río y pienso cómo ha cambiado el significado. Mi happy hour es la hora de la siesta. La del niño, claro. Y por extensión…la mía.

Esta ciudad es increíble. Te da todo lo que esperas de ella y más. Tan cierto como parece que ya hayas estado por la cantidad de imágenes que tenemos en nuestra retina, es que en cada esquina puedes sorprenderte con algo o con alguien. Los edificios, la gente, los carteles luminsos, las grandes marcas al lado de una calle decadente, los semáforos, las direcciones, los rincones extraños, las escaleras de incendio, el contraste de barrios, las alcantarillas, los parques, los runners, las nannys, los brokers, el metro, los pobres, los negros, los chinos, los hipanos, los judíos…todo. Todos.

Vago por las calles con el cartel de "turista" en la frente y la cámara al cuello. Con este acento que reconocen al instante y olvidándome de que los precios no son los mismos en la etiqueta que lo que tienes que pagar. Las taxes que le llaman. Por qué no lo ponen e directamente? misterio. Estoy forrada!! mentira. Los billetes de un dólar son un incordio. Las monedas de un cuarto son un tesoro. Las de un céntimo una broma de mal gusto.

Tengo a un ser a mi cargo durante muchas horas. Un ser que sólo se comunica con llantos y risas, así que lo primero es diferenciarlos: lloro de hambre, de sueño, de mimos, de pasademiunratoysemepasa…"Soy la nanny" digo cuando me dan la enhorabuena. La verdad es que es un niño muy molón. O será que ya me está ganando con sus cuatro dientes? Sea como fuere, Nicolás es el único hombre(cito) en mi vida...al que estoy dando una educación musical excelente.

En Nueva York la gente es amable. Interactúa contigo a la mínima porque es muy probable que nunca jamás volvamos a vernos. "Pareces perdida" con tan sólo ver mi cara de despiste, "Permíteme que te ayude" siempre que entro o salgo de un local con el carro, "Life is good!" al verme estirar los brazos en señal de libertad absoluta…no era para menos...primera salida en la city…

Piernas para qué os quiero. El trancazo no va a poder conmigo. Cualquier segundo que no estás en la calle parece un segundo perdido. Aquí pasa todo. Está pasando y no te lo puedes estar perdiendo. Así que ahí me fui. A recorrerme calles, barrios, zonas. A tomarme un brunch y pasear por la última zona de moda (esa que dentro de un mes estará "demasiado explotada") A hacer fotos. A hablar con mi prima. A decirle "Yo te escucho eh?" mientras que enfoco, cambio ISO, f y tiempo…y zas! disparo. Y otra vez. Y otra. Y "tarjeta full"

Primer fin de semana de paseos, comidas, visitas, puentes y museo. No esta nada mal. En el Guggenheim me piden que ponga el bolso-maleta hacia delante que "las mochilas les asustan" Yo hago caso al chico pero no así a la señora que me dice que no se pueden hacer fotos. Exposición de un señor que pinta sobre cuadros grandes líneas hasta que se le acaba la pintura. El infinito parece recrear. A mí lo que más me gusta es el edificio, claro. Canto "bla bla bla bla bla…llueve sobre mojado" cambiado esto último por "piedras sobre cojines" que es lo que estoy viendo en en suelo. Con mucha gente muy atenta alrededor…como si fueran a moverse. Ana se ríe y yo también. Dice que tengo una risa contagiosa. Una habitación empapelada de dólares que dan ganas de arrancar…Kandinsky, Monet, Manet, Picasso…la cúpula…Muy bien oiga!

Brooklyn y su puente. Y sus helados. Y su aire más tranquilo…no me extraña que la gente se esté viniendo a vivir aquí. Nunca pensé que las vistas de edificios pudiesen ser tan impresionantes. Y claro…más fotos. De regreso a Manhattan pillo lo que vendría siendo el "15-M" pero en Wall Street. De casualidad. Grúas y edificios se levantan en la zona 0 (Luego sabré que tendría que haber estado terminado para este año) De pronto una concertación. Carteles de cartón. Esto me suena…"Tuvimos algo pareceido en España hace unos meses" "sí, hemos oído sobre eso". Caretas, megáfonos, cámaras, manifiestos y la policía alrededor sin hacer mucho. De nuevo "tarjeta full"

Vuelta a empezar la semana. Nicolás y yo. Mensajes, fotos de fiestas y llamadas desde muy lejos "Cuídate hija. Siempre alerta!" Cómo no jefe…cómo no...

Entender esta ciudad no es difícil si sabes contar. Encajar en esta ciudad tampoco. Hay sitio para todo y para todos. Pero comprender que la vida pasa a un ritmo desenfrenado, que lo que en esos edificios se decide tiene consecuencias a nivel global y que está pasando todo aquí y ahora mientras yo me tomo un café y un "bagel with butter"...eso ya es más complicado.

12 A.

A veces se superan las expectativas. La fiesta de la que llevábamos hablando durante meses, por la que mi madre hizo sus listas (jabón, carnes, tortillas, papel higiénico…) y yo las mías (gente, más gente, botellas, gominolas, carteles…) fue una de esas ocasiones.

Luego lo pienso y es lógico. Reunir a tanta gente tan guay en tan reducido espacio, tiene unas consecuencias desastrosamente buenas. Traer a un tipo con su guitarra, su voz de Sabina y sus "no me importa, coged el micrófono y cantad lo que queráis" y rodearlo de gente con muy poca vergüenza (yo la primera), pues también tiene consecuencias...desastrosas, a secas.

Yo no pude pedir más. Hice alguna ronda a eso de las 12 y vi muchas risas. Hice lo mismo a eso de las 2:30 y vi esas mismas risas, mezcladas y agitadas. Un perfecto cocktail. Eso fue. Gente de un lado y de otro me resaltaron sobre todo el buenrollo que se respiraba. Y qué cursi queda esto. Qué hippy (o qué 15 M? que ya no sé cómo se dice ahora)…pero eso es lo que fue, una fiesta de buen rollo. 

Yo me emocioné. Él se rió. El otro cantó. Ella bailó. Nosotros bebimos. Vosotros vinisteis. Ellos se sorprendieron. Quiénes? el señor de gafas oscuras y la señora que calceta. Por qué? pues por lo digna que había quedado la casa. Aún por encima todos recogiendo y dirigiéndose a la salida como si de un simulacro de incendio en el colegio se tratase…sin prisa y entre risas.

Aquí una muestra de una entrada de este blog en papel a modo de "fotocol" patrocinado por los que pagan el evento, es decir, los que pagan a mis padres y colaborando mi actual "jefe":

Y entre carteles absurdos, colas en el baño, concurso de chistes y botellas que se iban vaciando, transcurrió una teórica "primera copa" que se convirtió en varias. Y antes de darme cuenta, se había terminado. Primero se apagó la voz de Ricardo, que tocó más que nunca, y cantó como nadie, como ese CD que se creyeron muchos que sonaba. Luego se agotaron las reposiciones de alcohol (el número de botellas me lo reservo, porque es denigrante) y al final llegaron las 3. Hora de partida. Hora de empezar el éxodo. Aunque la fiesta del 12 A en la que aún no se tiene muy claro qué se celebraba exactamente (pero en la que hubo un cumpleaños, que no era el mío) parecía no querer terminar. 

Me lo pasé tan bien que me da la risa. Y lloro con las dedicatorias del libro de visita que tan finamente compró Manu. Y resoplo con las gestiones intra-fiesta que hizo Santi. Y gesticulo como nunca ( y ya es decir) intentando explicar lo guay que son mi familia y mis amigos y lo genial que es que se hayan mezclado y que al día siguiente se reconozcan por las calles…por la resaca…Esa que indica que parece que la gente lo pasó bien. Y eso es lo que yo quería. Lo único que quería. 

Fue un fiestón. Y punto. Y aunque me dijo la tía Toya que podía repetir y mi madre empezó con un "ni de coñá" parece que se empieza a planear ya la de los 30!! 

Pero la fiesta de las carreras, de los 25…la fiesta del 12 A, es irrepetible. Muchas gracias a todos.