FLORENCIO GARCÍA DE LA RIVA. EL GARCÍA ORIGINAL.

A él tampoco le gustaba la comida caliente. Decía que le ponían trampas. Por eso, como yo, prefería la merluza rebozada fría. Y si alguien tiraba una copa en la mesa, cosa habitual en su casa que se sentaban cada día 17, automáticamente él tiraba la suya porque decía que también tenía derecho. Florencio era solidario con los torpes así que supongo que nos habríamos entendido.

Un contador de historias genial que, como siempre dice la señora que calceta, daba igual que le hubieses escuchado la anécdota 50 veces, te volvía a enamorar. Cuenta también que nadie heredó ese don. Que a veces le recuerda a Santiaguito, como le llamaba hasta que se convirtió en padre, aunque yo creo que lo de mi hermano es más jeta que otra cosa. 

Pero es que este hombre historias tenía muchas. Algunas narradas en esas cartas que durante tres años escribió a la abuela antes de casarse. Y la bis le decía que se olvidase de él, que no iba a volver. Pero regresó a por ella. Una guerra no es suficiente para parar a un titán como este.

Porque era un señor imponente. Un dandi del que Nené sigue presumiendo y a la mínima oportunidad saca su foto de la cartera. Con esos ojos. Una mirada que, según cuentan, te atravesaba. Mirada limpia para un hombre de ideas fijas pero con una visión de conjunto que le llevó a entenderse siempre con unos y otros. Así salían los que le iban a pedir un aumento contando "Díxome o de sempre pero eu marcho contento". Y blanco se quedó algún que otro directivo alemán cuando el agradecimiento por comprarle unos motores fue directo a rebajar el precio y no a su bolsillo. Hacía barcos, era un hombre honrado y trabajador. Y a los de esta clase, por mucho que se empeñen en hacernos creer lo contrario, les suele ir bien en la vida. Aunque ésta sea tan corta como fue la de Florencio. 

Tenía su genio pero lo combinaba con un humor particular que le llevó a pasearse por todo Corujo con una peluca afro bajo la advertencia de que no quería ni una risa, que iba muy en serio. Jugando al dominó, visitando a un amigo enfermo...claro que en el momento en que se rascó la cabeza el pobre convaleciente no pudo aguantar y estalló en una sonora carcajada. O aquella anécdota bastante escatológica cuando, en la ópera de Estocolmo, fue al baño y al ver que sus dos vecinos de urinario soltaron sendas flatulencias, a cada cual más grave, él hizo lo propio pero "de trompetilla". Después de aquel derroche de poderío, ambos le miraron y asintieron presentándole sus respetos. Había ganado. Nunca sabremos si esta historia es cierta o no. Pero cada vez que la contaba volvía a ganarse al público.

El dueño de una casa con demasiadas mujeres y a cuyos yernos supo apreciar y querer a golpe de "Cuídamela, cuídamela" cuando las entregaba en el altar. Pero el día anterior no dejó que mi madre saliese a cenar con el que en 24 horas sería su marido. Era así. Su casa, sus normas. 

El jefe aún recuerda sus días de pesca. Como hombre tranquilo que era, no le importó echarse una siesta cuando una niebla terrible los invadió y los dejó a la deriva en alta mar. "Florencio dónde estás" "Si supiese dónde estoy no estaría perdido!!" Todos los coches en tierra con las luces encendidas apuntando al mar y la señora que calceta preocupada. El señor de gafas oscuras, un chavalín de 26 años, pálido mientras su suegro dormía en popa. 

Vigués de pura cepa, decía que "si quiere pasar un invierno agradable, veranee en La Coruña". Y mejor que no le dirigieses la palabra cuando perdía el Celta. Bueno, aunque quisieras no podrías porque se iba directo a la cama. Figúrense el honor de ver jugar a su hijo en primera división vistiendo de celeste. O a su hija de base en la selección española de baloncesto. Menuda estirpe de deportistas. Seguramente estaría muy orgulloso de saber que muchos de sus nietos han seguido estos pasos atléticos. Concretamente yo no. Pero muchos.

Aunque seguramente estaría aún más feliz de saber lo bien que nos va. Las alegrías que nos llevamos cuando nos encontramos aunque sea de noche en noche y de fiesta en fiesta. La actividad frenética de ese chat en el que estamos una buena parte de sus descendientes. Todos juntos. Riendo sin parar, animando, felicitando y ayudando en lo que se puede. Ese batiburrillo de Garcías da para mucho. 

Te habría encantado verlo.

A mí me habría encantado poder hacer alguna reunión en Riobó. Me habría encantado que conocieses a todos tus bisnietos. Me habría encantado que me contases las anécdotas una y otra vez porque con mi mala memoria, siempre serían nuevas. Me habría encantado ir contigo al Celta. Me habría encantado hablar contigo y decirte lo grande que eres. Me habría encantado porque creo que fuiste un personaje digno de conocer. No a cualquiera le cierran una juguetería para comprar los 100 regalos de Reyes para sus 10 hijos. No a cualquiera se le sigue recordando como se te recuerda a ti. Porque aunque te fuiste pronto, dejaste huella en este Vigo tan tuyo que hoy sigue siendo nuestro.

Me habría encantado abrazarte y llamarte abuelo.

Te encontré en una carpeta y me quedé contigo.
Y te parecerá increíble pero te echo de menos sin haberte conocido.

Texto de Manu Orío. 

Texto de Manu Orío. 


PRIMADA

Hace poco anotaba a "los primos" como una de esas pequeñas cosas que hacen que la vida valga la pena. Y es que de estos especímenes yo tengo muchos. De uno y otro lado. Con conexiones bizarras y Vigo como punto de encuentro.

Esta vez, en cambio, fue en Madrid, tras una serie de catastróficas desdichas que acaban con una facción de Garcías viniendo a la capital con ganas de jarana. Esto sólo pasa en las mejores familias. Como la mía.

Los días previos a los eventos oficiales tienen un algo prohibido que te empuja a liarte aunque sabes que no deberías, porque hay que guardar fuerzas para el día siguiente. Aquí esto no pasa. Se sale con el cargador del móvil en el bolso y te encomiendas al poder mágico del Neobrufén. Y punto. Y si la noche empieza con un "Cómo os conocisteis" y sigue con el señor Javier Puente narrando historias a propios y extraños, nada puede ir mal. Además, por si acaso, los vasos de copas a precios madriletas van poblando las mesitas de diseño de un local molón con posters enmarcados, situado en una cuesta que bien podría ser Vigo.

Pero aquello parecía la ciudad donde crecí porque vamos "compartiendo ubicación" y reencontrándonos con otros viejos conocidos. A mi primo de Zumosol le increpan con que lleva un jersey muy feo y él tan dialogante como siempre y con mucha noche a sus espaldas, le contesta que ella en cambio va muy guapa y que el jersey en cuestión se lo compro su mujer que con cara de pasmo explica que lo compró por calentito, no por bonito. Andreia, que no cuela, viste al chaval bien coñe, que con la planta que tiene lo tienes fácil.

Y es que en esta familia, además de tener muchos primos en edades parecidas y con mentalidad noctámbula semejante (el gen Pirulí que le dice el señor de gafas oscuras) han tenido bastante buen gusto añadiendo a los postizos, porque el "Que si tú quieres seguir, yo sigo eh?" no salió de la boca de un García precisamente, sino de un ex-tuno y marinero de aguas bravas que navegaba por las calles de Santiago y tiene en su haber anécdotas que sólo le pudieron pasar a él.

Supongo que Dios los cría y ellos se juntan.

Y por fin llegó. El día oficial de la primada derivada de una no boda. Con una petición de disculpas previa a los camareros empezamos una tarde en la que lo de menos era compartir la comida y lo de más compartir horas. Tiempo juntos, con la familia. Con recuerdos a los que no están, explicaciones a las nuevas adquisiciones del orden de llegada, de lo diferente que era todo antes de que los años nos reuniesen y, por supuesto, con mención a la abuela Nené y a la Virgen del Pilar.

Y de sitio a sitio y tiro por que me toca. O por que me copa. Que allí hubo varias. Y pipas y patatillas a modo de cena. Y hasta un Celta penoso que no le quitó un poco de encanto a esas 12 horas de juerga García. Y risas e historietas, y etiquetas y Carmex para los labios...Y la verdad, sé que hubo más, pero no me acuerdo.

Porque un García Shore como este acaba con cualquiera.

De nuevo, bendito Neobrufén.

Espero que llegasen bien a sus respectivos hogares donde les esperan trabajos, niños y vidas serias...que también sabemos hacer eso.

Un placer volver a verles tan bien primos.

Ah! sí que hubo algo más. Unanimidad absoluta: Hay que repetir.

POR ELLAS

"Ella hace todo. Y todo lo hace bien" Fueron las palabras de Mario Vargas Llosa a su mujer, Patricia.


Esta frase resonó en mi cabeza durante días. Y es que la aplicaría a tantas mujeres. Ellas trabajan, cuidan, evitan desastres, apagan fuegos, reinan en lo cotidiano, líderes en lo inesperado, con tiempo para todos, menos para ellas...abuelas, tías, madres. Mujeres, mujeres, MUJERES.

Siempre he pensado que si hiciera algo digno de dedicatoria, lo haría a las mujeres de mi vida. A esas dos abuelas, a esas hijas de Manolo e hijas de Florencio que me han enseñado lo que soy. Por su puesto a la señora que calceta, la primera en la línea de fuego, la que todo lo sabe y todo lo encuentra. Y también a mi tía María Teresa. Ella me vio la primera. Ella supo que ya siempre sería "la niña". Ella llamó e informó al señor de gafas oscuras. Ella, la profesora, la rebelde, la culta, la rojeras, la conversadora, la que hablaba cargada de razón, la que luchó. Y luchó. Hasta el final.

Todas me han acompañado en mi evolución. Las he escuchado hablar, charlar, criticar y discutir desde las cosas más importantes en la vida, hasta los puntos del revés de un patuco o el ingrediente secreto de un asado. Algunas veces a hurtadillas, otras con un "hay ropa tendida" por el medio. Yo atendía. En silencio. Y aprendía.

Ellas son una piña. Trabajan juntas. Con sus más y sus menos, que tenemos grandes personalidades por aquí, pero con sentido del humor y sobre todo con el sentido que es menos común de lo que su nombre indica.

Se habla. Se discute. Se ríe. Se comparte. Se ayuda.

Las Navidades se acercan y de nuevo la maquinaria se pone en marcha: pela, corta, friega, trae, lleva, compra, sirve, hornea, recoge...todo funciona gracias a ellas.

Mis abuelas primero, mi madre y mis tías después. Ellas son las que han hecho y hacen girar el mundo. Mi mundo.

Sin desmerecer a todos los hombres, muchos de ellos geniales, que pueblan mi vida, ellas mandan. Ellas me enseñan el día a día.

Ser mujer es difícil. No es victimismo. Es un reto que aceptamos encantadas. Y que, por suerte, las que me rodean, superan con creces. Qué señoras. De todo tipo y condición. Cojo una pizca de cada una y sólo espero estar a la altura. Porque, sin querer, me han enseñado lo que significa estar ahí y ser la pieza más importante del puzzle, sin que se note.

Puede que nos deslumbren las grandes personalidades, los personajes incomprendidos. Pero con los años, una se da cuenta que el verdadero encanto está en otros. En esos papeles que mantienen y dan ritmo a la obra. Destacar dentro de una coral es difícil. Ellas lo consiguen. Sólo hay que ver un poquito más allá.

Ellas hacen todo. Y todo lo hacen bien.

Graciñas.