No has llegado a ninguna cifra mágica o redonda.
No tienes más canas. (porque, admitámoslo, es difícil)
No estás más gordo. (tampoco sílfide)
No estás menos jamado. (más bien todo lo contrario)
No has dejado de decirme que no pego chapa, que la vida no es esto.
No abandonaste tus recenas. (aunque ahora sean a base del gazpacho que nunca me dejas…)
No has dejado de llamarme maricona.
No has utilizado la cinta de correr que en uno de tus arrebatos trajiste al hogar con la intención de hacer cierto lo de “mens sana in corpore sano”...(aunque para la primera parte habría que remontarse a tu más tierna infancia)…(reconozco que nunca aposté por ti)
No te has cortado el pelo, como siempre te pido, por lo que sigues saliendo del agua con un aire a Jack Nicholson en el Resplandor, preocupante.
En definitiva, no has cambiado un ápice en un año (si me apuras tampoco en 40)…
Porque sigues siendo el mismo cabrón generoso con pinta de capo de la mafia siciliana.
Porque no puedo estar más orgullosa de tenerte como progenitor (A o B, tú decides)
Y porque a pesar de que tramemos a tus espaldas para que te enteres sólo de la versión oficial de las cosas, sigues siendo el jefe de esta casa.
Felicidades Jefe!
Sigues estando hecho un chaval.