Las tardes de biblioteca son tristes y aburridas. Soporíferas.
Tengo que leer. Leer mucho. Y no exactamente un libro de Jane Austen o el suplemento del domingo, sino letras que forman palabras que construyen frases que crean párrafos que ni la cafeína evita que deba leer varias veces antes de continuar.
Pero es que se planea escapada puentil y debo dejar todo atado y rematado para que la depresión "posvacacional" no se junte con la tensión "santodiostodoloquetengoquehacer", sumada a la desesperación "mañanahayentrega", sin olvidarnos de "elmiercolesmesacanunamuela".
En fin (bostezo) que no me da el coco para más.
Tengo que leer. Leer mucho. Y no exactamente un libro de Jane Austen o el suplemento del domingo, sino letras que forman palabras que construyen frases que crean párrafos que ni la cafeína evita que deba leer varias veces antes de continuar.
Pero es que se planea escapada puentil y debo dejar todo atado y rematado para que la depresión "posvacacional" no se junte con la tensión "santodiostodoloquetengoquehacer", sumada a la desesperación "mañanahayentrega", sin olvidarnos de "elmiercolesmesacanunamuela".
En fin (bostezo) que no me da el coco para más.