La incursión viguesa fue corta, pero intensa.
Ver a las de siempre, como siempre.
Comprobar que la familia sigue bien, gracias. Siendo la primera con copas en la mano, y la última en abandonar la pista.
Sangrar a mi hermano. Recibir unos cuantos golpes.
Estar en el sofá. Abrir la nevera. Escuchar a mi padre despotricar contra todo ser que salga en la televisión.
Hay cosas que no cambian.
Lo duro viene ahora. Depresión post-findesemanaencasa.
Consuelo: el festivo del miércoles.
No ver a Mario en su escapada desde la ciutat Condal donde está de Séneca (o de Erasmus?) y faltar a la fiesta de inauguración del piso de Alfredo, lo único negativo de esta visita al hogar...