YO TAMBIÉN ECHARÉ DE MENOS EL CAFÉ COMERCIAL

No sé cuantísimas veces habré pasado por delante del Café Comercial.
Durante meses, cada día para ir a trabajar. 

Lo había descubierto mucho tiempo atrás, cuando las bibliotecas estaban llenas y hacia un calor asfixiante en Madrid. Tenía que encontrar un lugar donde esparcir los apuntes y que tuviese aire acondicionado. Lo elegí porque había muchas mesas y nadie me miraría mal por sentarme durante horas con un café con leche. Nada más entrar te dabas cuenta de que aquello era de otro siglo. Luego te enteras que allí había tertulias de intelectuales y piensas "claro" porque esa distribución casi invitaba a que todos habitantes del salón participasen en la conversación.

Como el Café Comercial ya no quedan muchos. Los hay muy bonitos, que no todo son Starbucks, pero tendemos a los micro-espacios donde descontaminarse del mundanal ruido, más que a las macro-salas donde te evades del bullicio metiéndote de lleno en él.
El café Comercial era de barrio y señorial a la vez. Tenía partidas de cartas, gente leyendo y otros discutiendo. Mujeres bien arregladas, señores en la barra y niños gritando. Mesas de mármol y sillas de madera. Techos altos y camareros parlanchines. Era parte de la esencia de un Madrid que yo conocí y que poco a poco irá desapareciendo para dejar paso a otro más moderno? cosmopolita? menos castizo? vaya usted a saber. Lo cierto es que me da pena. Me gustan las cafeterías como lugar donde ver el tiempo pasar. Y ésta lo era.

Hace 169 semanas exactamente (esto me lo recuerda Instagram) subía esta foto en uno de esos domingos que tanto echo de menos con la tía Guada. Aquellos donde daba la ración de cariño necesaria para una sobrina emigrada a 600 km del hogar. 

Descía lo siguiente:
"Mi tía Guada me invita a comer y al cine y así la ansiedad dominical es menos. Mientras ella ojea la Guía del Ocio, yo saludo al espejo del fondo de un Café Comercial con aires de novela de Cela"

Pero la vida sigue y yo ya no tomo café.