DÍA 9

Antes de ayer dije "Pff...es que llevo una semana..." Y alguien me contestó, "Pero si es martes!". Pues imagínese...no creí nunca que fuese a llegar el jueves y míralo, aquí está...ya despidiéndose. Parece mentira lo cuesta arriba que pueden hacerse algunas semanas. Como esas caídas a cámara lenta en las que tropiezas con un pie, te apoyas con el otro, parece que lo salvas pero no, falla!...entonces haces otros dos movimientos desesperados pero el fin estaba claro desde el principio y caes. Caes ridículamente. 

Pues así fue. 

Pero en realidad no. Algo salvó esta semana. Y ese algo fue que hoy desayuné en un buffet de hotel. (qué triste pero qué bonito a la vez que la comida pueda curarme de todos los males)

Varias son las veces que he mencionado la felicidad que me aporta el desayunar. Aquí hacía una declaración de intenciones y eran tiempos en los que tomaba un mísero café y una tostada de pan de molde en la cafetería de la Facultad. Atrás quedaron aquellos días.

Cuando crecemos nos hacemos más exigentes. Ya no bebo calimotxo y me gusta cada vez más el vino. No soy una exquisita y no me hace falta que el Gin&tonic parezca una ensalada pero no le hago ascos a una copa bien puesta. Y a mis 28 años, hago casting de panes. Las tostadas son la base de mi día. Tanto es así que si me las queman me hacen un poco infeliz y, como es algo que no me apetece, cuando estoy en una cafetería nueva les suelo decir que no me las pasen mucho, por favor. A veces me hacen caso y otras veces no. Ese señor entonces entonces pasa a mi lista negra. Tan negra como el chamuscado ese que me amarga las tostadas.

Me gusta tener una cafetería de referencia donde no tenga que decir qué quiero. Eso es tener un status en el barrio ya. En mi mesa aparece el té, el limón, las tostadas y la mantequilla. Y no son unas tostadas cualquiera, la chica rubia (a la que un día no le pagamos y no se chivó al jefe así que puede decirse que es colega) me hace unas tostadas ex-qui-si-tas. Y me hace un poco más feliz cada día. No creo que la persona que me hace las tostadas sea consciente de lo mucho que me aporta.

Pero lo de hoy era otro nivel. Un buffet de hotel es como para llorar de emoción. Primero una visual general para ver qué hay. No hay que ser avaricioso. No puedes comértelo todo, lo siento, tienes que irte a trabajar. Debes escoger con cuidado. Mezclar lo dulce y lo salado. Cereales no, llenan y es de las pocas cosas que tú puedes permitirte. Vete a los huevos revueltos, tomate asado, jamón cocido, queso. Qué es esto, pan con pasas y nueces?? Y una lágrima recorre tu rostro al comprobar que además tiene mucha miga. Aceite y tomate. Un té y listo. Podrías morirte ahora mismo.

Después de ese momento mágico todo va a peor. Porque es muy difícil mantener el nivel cuando el día empieza tan bien. Pero qué bien, oiga. Qué bien.

Creo que si algún día me caso, lo haré en un buffet de desayuno.