RETALES

Aquello fue lo último que le dijo su profesor. Tal vez no fue lo último pero de todas sus charlas fue sin duda lo que más le marcó. Se acordaba de esa frase cuando sentía que había dejado de caminar hacia adelante. Miraba a los lados y nada. Miraba al frente y nada. Miraba atrás y ahí estaba. Fumando. Le contaba todo. Le gritaba, le lloraba pero él sólo sonreía. Cuando ya no le quedaban más que preguntas, sabía que llegaba el momento de escucharla. Esa frase que tanto le irritaba. Esa que no sabía aún si será cierta. Esa que esperaba con todas sus fuerzas que lo fuera: "La vida siempre nos espera"

 

- Creo que te quiero. Es más, creo que nunca he dejado de quererte. Ya no recuerdo bien cuándo empezó pero me acostumbré. Y luego ya no supe lo que era. Pero era quererte. Ahora lo sé. 

- Yo a veces creo que te quiero y otras, como cuando te escucho decir estas jetadas, te odio. Así que creo que te quierodio. Es más, nunca he dejado de querodiarte. Y me temo que seguiré querodiándote siempre. Porque eres querible y odiable al tiempo. No sé cómo lo haces. Tienes un don.

- O sea que me quieres

- Vete a la mierda

 

Era un tipo alto y serio. Tenía el tic de pasarse los dedos por las ojeras. Como si quisiera hacerlas desaparecer o enjuagarse las lágrimas que nunca derramaba

 

Ahí estaba. Ese sabor metálico tan conocido. Y el escozor. Ya sabía que le iban a doler los dedos al lavarse el pelo y al teclear. Tendría que estar un rato con el índice en la boca esperando a que parase de sangrar. Pero en cuanto pudiese volvería a atacar. Al siguiente. Y así siguió mordiéndose las uñas y los dedos hasta que le palpitaron todas las yemas. No era miedo. No eran nervios. Era la única forma de sentir algo auténtico en medio de tanta frustración.

 

- Entonces ¿es una persona con la que te planteas empezar algo?

- No, es alguien con quien me planteo acabarlo todo.

 

Tenía que contar un chiste cada vez que fuese a dar malas noticias a su jefe. Al principio le pareció de locos pero era un tipo genial y estas excentricidades se le perdonaban. Con el tiempo acabó entrando en su juego y le contaba algún chiste muy malo para ser interrumpido al segundo "No hoooombre, no me hagas esto...que es viernes por Dioooos" Los chistes muy, muy buenos, esos que casi siempre le contaba su primo, se los reservaba para los grandes fracasos. Los ensayaba incluso delante del espejo. Lo hablaba con su equipo. "Creo que esta noticia se merece el chiste de la mosca" "El de la mosca??, tan grave lo ves??" Así era. Se armó de valor e hizo una interpretación sublime. Su jefe rió a mandíbula batiente. Entre las carjacadas entrecortadas se intuía algún "Ay madre lo que me vas a contar..." Cuando le dijo lo que había ocurrido, las lágrimas ya no se sabía si eran de risa o de pena. La noticia era igual de mala pero todo parecía menos grave cuando uno se acordaba del chiste de la mosca.

 

Hizo otro viaje a la habitación. Seguía durmiendo. Volvió a sonreír como hacía de cada vez. "Es una muñeca" le comentó a su otra niña en el pasillo. "Lo es jefe, lo es"

"Y este señor antes daba miedo...manda narices!" pensó la mayor.