6 NOTAS DE NYC

1- Yo me creo que empieza el frío. Pero claro, el frío, como el dolor, el tiempo y casi todo en la vida en general, es relativo. Este es MI frío. El que yo conozco. El de los Madriles...el de Cólchester (al margen del lago en el que remábamos, donde por mucho que me dijesen que eran 2 grados yo sabía que eran menos...y la nieve lo acabó por confirmar) Así que aquí estoy yo...con mi límite de capas abrigosas y parece que esto no ha hecho más que empezar. Bueno, pues no pasa nada...nos pondremos doble camiseta, guantes y gorro. A todo nos adaptaremos. A todo. Al frío, a las circunstancias, a los tiempos, a la crisis...no queda más remedio que hacerlo.

2- Qué fue lo último que vio John Lennon antes de morir? Miraba hacia Central Park cuando salió de ese edificio que hoy sigue recibiendo turistas que se hacen fotos en tan macabra entrada? Un puesto de unos tipos contemporáneos al mito y cansados de contestar, indica hacia dónde está el Dakota y hacia dónde Strawberry Fields. Pero eso era en Liverpool...y la canción se compuso en Almería...y en el suelo pone Imagine...y en mi cabeza resuena Loquillo "...me dice yo te haré rico tú sólo has de cantar bien, si no te pegan diez tiros en la puerta de un hotel"...

3- Majestuoso, complejo, monumental, elegante, distinguido, moderno, sobrio, diáfano. Muchos adjetivos se me ocurren para definir el Lincoln Center, uno de mis espacios preferidos de Nueva York. El último de ellos aprendí a valorarlo cuando mi madre hizo obra en casa dejándome sin cuarto. Sí, ya sé…la parábola del hijo que se va a estudiar fuera y se encuentra que en Navidad no tiene habitación?…pues casi. La señora que calceta dejó un salón muy despejado. Y qué vas a hacer con tanto espacio? le pregunté "me gusta…me da sensación de calma" me contestó. Es un espacio ante el que mi amigo Borja, tan exagerado como siempre, reaccionó con un "Ehhh...Carmen por qué se puede jugar al tenis en tu salón?". No es para tanto...pero es lugar suficiente como para que en él hayamos comido trentaitantos, peleado a lo pressing catch (pero no habías dicho que la obra es de cuando te fuiste a estudiar la carrera? sí...y quién te asegura que tus hermanos van a dejar de maltratarte cuando cumples la mayoría de edad? nadie.), hayamos bailado, interpretado, caído (Yo. Varias veces) y hasta practicado el swing de golf. Ese espacio me gusta mucho. Los espacios me gustan. Los espacios son importantes ("necestio un poco de espacio" predicarán muchos por no decir que te quiero perder de vista) Los espacios son, al fin y al cabo, los que nos permiten apreciar las cosas materiales, lo compacto. Como los blancos en la tipografía.

El Lincoln Center podría estar en París. Es de estos edificios de cristal y piedra…de estos que se hacen tanto ahora...pero bien hecho. Como otros muchos días, paseando con Nicolás pasamos por delante. Y ahí, en el gigantesco hall del edificio cuya esquina parece el Titanic hundiéndose, estaba la jet tomando un cocktail porque Oprah Winfrey iba a entrevistar a Ralph Lauren. Y mientras los observábamos, como se veía el mundo en aquella canción "tras el cristal", yo pensaba en cuánto se habrían gastado en cada vestido (que no parecían ser de esos que te puedes poner más de una vez..."y con alpargatas hasta un sábado por la noche" como bien me aconseja mi señora madre cuando invertimos en un nuevo trapito), en cada esmoquin, en cada manicura y peinado, en cada rollito de gamba y en cada copa de champagne...Ellos debajo, nosotros arriba, desde el gallinero. Ellos dentro, con sus trajes y nosotros fuera con nuestros abrigos. Ellos posando y nosotros contemplando. Un espectáculo lejano. Como una obra de arte del Renacimiento en la que intentas averiguar qué hace cada personaje.

El Lincoln Center es lo que tiene que ser. Un conjunto de edificaciones perfectas para las artes, para el espectáculo glamuroso que es, o debería ser, el ballet y la ópera. Mi enhorabuena al chef.

4- Hablando de cosas glamurosas se me vienen a la cabeza las terrazas de los hoteles de Nueva York. Y sus vistas, sus gentes con aires importantes, sus precios prohibitivos y sus batamantas (sí, sí, como las de la teletienda). Porque las terrazas de Nueva York también son para el invierno. O al menos para el otoño. Porque sería un pecado dejar de disfrutar de esos gigantes iluminados, de esa otra ciudad que despierta cuando se apaga el Sol (que es cuando a mí más me gusta) en estos días en que el frío, el mismo del que hablaba arriba, aún nos respeta.

5- Dos metros que van a la par. Dos trenes en una carrera (aquí es posible por la diferencia entre los Local, que paran en todas las estaciones y los Express que lo hacen sólo en algunas) y será una tontería pero es algo mágico. Parece que lo que ocurre al otro lado de la ventanilla está grabado en stop motion. Y ves escenas en el tren de al lado. Un chaval escuchando música, dos mujeres cotilleando, una chica embarazada, un hombre leyendo el periódico...puede que sean las mismas que están sucediendo en tu propio vagón pero a través de un cristal. Están enmarcadas. Y entonces ya están contando una historia. Todo es cuestión de encuadre. En el cine, en la fotografía y en la vida. Qué es lo que quieres resaltar. Qué es lo que quieres que se vea...y lo que no.

6- Esto de que mis 6 de la tarde sean las 12 en España hace que mis tarde-noches, ese tiempo en que mi cabeza empieza a girar a más revoluciones (porque bien es sabido que yo soy noctámbula, como el señor de gafas oscuras) sean más solitarias. Esto hace que sea consciente de que además de a muchos kilómetros, estoy a muchas horas de distancia...o mejor dicho, a muchos momentos....a muchas sensaciones. No estás igual a las 2 de la mañana que a las 8 de la tarde. Vivo en un tiempo distinto. Vivo en este momento que es sólo mío e intento exprimirlo. Vivo este momento del que me queda poco. Vivo este momento porque cuando vuelva a la franja horaria adecuada me tocará vivir otro del que sé muy poco. Y eso a ratos me gusta y a ratos me asusta.

Buenas Noches.