100 CM

Por la mañana el metro va muy lleno. Si no lo sabíais, os lo digo yo. Podéis fiaros, hablo desde la experiencia.

Para llegar hasta Nuevos Ministerios y coger la línea rosa que me llevaría al aeropuerto, no tuve el más mínimo problema. Pero el gentío era tal, que tuve que esperar al siguiente tren (como la vida misma). Sin comerlo ni beberlo, me vi esperando justo al límite de la línea amarilla-de-peligro-de-muerte en medio de un grupo de 4 chicas y un chico que tenían toda la pinta de ser compañeros de trabajo, o de coro, o de arcilla, porque no podían ser más dispares.

El chico pequeñito rapado/calvo (llamémosle CPRC) comentaba que llevaba una cámara de vídeo con voz aflautada, o eso creía yo…porque la reacción júbilo de la chica menuda con voz de pito (CMVP) ante tan grata noticia, acabó de despertarme (por si las 3 llamadas de mi madre no lo habían logrado)

Pero llegó el tren y cuando me disponía a entrar, un niñato con una mochila más grande que él, se me cruza y va directo a los bancos. Maldito niño, estuve todo el viaje a punto de decirle que si no sabía que los asientos son para la gente mayor. (y yo me acerco a los 24)

En fin, me dirijo a la esquina con barra a la izquierda porque me pesaba la chabeta y pretendía cerrar los ojos a ratos…pero qué ocurrió? Que me tendieron una trampa. Un ser que vale por dos se colocó a mi derecha y un señor que tenía toda la pinta de cura, se instaló justo delante de mi. Estaba atrapada.

El grupo ecléctico siguió parloteando sobre su viaje (lo sé porque oí a CPRC y a CMVP durante todo el trayecto) y yo analicé a mis secuestradores.

El señor cura disimulaba muy bien, con esa cara de bonachón, esas gafas y esa camisa de manga corta amarillenta...pero a mi no me la daba con queso.

El gordo de la derecha empezó a moverse. Era muy gordo. Podría decirse que llegaba al nivel en el que hay que pronunciarlo así: "GUEORRRDO"...pero para no herir sensibilidades le llamaremos Ovidio.

Ovidio no paraba de abanearse la camiseta de Adidas, a conjunto con su chandal Adidas, su bolsa Adidas (esto lo descubrí sólo cuando lo vi partir) y sus tenis...Nike. Estaba sufriendo. Se le notaba. Y venga a abanicarse. El calor era infernal y el señor cura había taponado toda opción de huída. Y ahí estaba yo, atrapada en menos de un metro cuadrado, intentando no contagiarme por los movimientos agónicos del ser que tengo al lado, pero resulta casi imposible no soltar un suspiro. Busco la mirada cómplice del Hombre Tranquilo que observa la escena sin inmutarse, como su propio nombre indica.

Las paradas se suceden pero ahí no hay cambios. Veo por 4ª vez un anuncio de Metro: "Carmen Herrera, arquitecta. Siempre llega puntual a sus reuniones" con una chica muy sonriente a la que por 4ª vez han pintado los dientes de negro. Me compadezco de la pobre Carmen.

Por fin se baja el niñato, que resultó ser todavía más niñato, pues nadie le advirtió que no se puede llevar la mochila con el mismo estampado de cuadritos que la muñequera y que los cordones (Dios, qué niñato!), así que el señor cura y servidora nos sentamos. "FREEDOM!"

Ovidio, con su pedazo peluco y un anillazo que ríete tú del de Sauron, pudo respirar.

Llegamos a las T's y veo como el señor cura, CPRC, CMVP, sus coleguis del curso de cocina, Ovidio y hasta el Hombre Tranquilo, salen de mi vida para siempre. Adios amigos.

Los iberios continuamos. Observo que el vandalismo no se ha cebado con Carmen, la arquitecta, en Barajas. Debe ser de allí la chica.

...y por fin llegamos.

Luego me vacilaron, me hicieron quitarme las alpargatas, abrir bolso, ordenador y maleta y se quedaron con mi desodorante y mi crema hidratante de Deliplus con tapa fosforita. La reacción: "pues que usted disfrute de la crema". Me timaron en el desayuno y en el taxi de vuelta (aquí no hubo reacción, sólo pringadez.)...pero ya estoy en casa.

Siguiente parada: Colchester.