Si la noche en general es peligrosa, la de Ávila en particular lo es más.
Todo comenzó con la inocente propuesta de comer bien un sábado de puente, salir de Madrid y dar un paseíto por la muralla….pero…”pum, pum!! Quién es? Somos nosotros!!CIERRA LA MURALLA!!!”
Nadie lo vio venir. Bueno, yo no lo podía prever cuando estoy en una situación de lo más familiar, tomando una sopita reconstituyente seguida de un tremendo cocido, no tanto por lo bueno que estaba, que también (es que el de la mía mamma me ha hecho inmune, como cuando en las series americanas dicen “este tío me ha fastidiado para el resto de los hombres”…pues lo mismo)…en fin que más que nada era monstruosamente grande…y, claro, así sobró. Este fue el primer pecado cometido. Y ya que estábamos, decidimos seguir pecando en Ávila.
De postre no hubo nada dulce y si me preguntan “de qué prescindiría usted: café, copa o puro?” yo lo tengo fácil, no fumo. Y así continuamos el día en que la noche del sábado empezó a las 5. A las 5 en punto de la tarde.
Que hay fúrgol? no hay problema!!...nos instalamos en “el Murphy’s” como en el salón de casa y nos pasamos 5 horas entre pases en profundidad, córners, goles, conversaciones con el Dr. Amor y alguna que otra tableta de chocolate blanca y expulsada...todo ello regado, cómo no! con zumos de cebada varios, tecitos y cafeses a los que suceden copichuelas tempranas. Y tan tempranas…
Alguno ya se había despedido en la comida y otros lo íbamos haciendo a medida que pasaban las horas. Se pone el modo “off” y se deja uno llevar por temazos de siempre, con los sospechosos habituales dándolo como nunca…gran noche (bodas y tequilas aparte)…se dejó el pabellón bien alto. O eso me cuentan.
Ávila es una ciudad con una muralla. Es también una gran comida, gran bebida, gran noche y mejor compañía. Señoras y señores…un placer volver a pecar con ustedes!